En los últimos años, el término “España vaciada” ha cobrado un protagonismo indiscutible en el discurso político y social. Sin embargo, la gestión de esta problemática por parte de las administraciones parece, en muchos casos, una burla sutil pero dolorosa a las necesidades reales de los territorios rurales. Tomemos, por ejemplo, la política reciente del Gobierno de Castilla-La Mancha, que se enorgullece de abrir nuevas residencias y centros de día. Sin duda, estos proyectos pueden ser beneficiosos, especialmente para una población envejecida que requiere cuidados específicos. Pero, ¿realmente creemos que abrir más residencias va a revivir la España rural? ¿O simplemente aumentará la edad media de sus habitantes?
Es imperativo preguntarnos: ¿para quiénes son estas residencias? Evidentemente, no están diseñadas para atraer a los jóvenes que pueden revitalizar estas áreas con su energía y dinamismo. En cambio, parecen un reconocimiento tácito de que estos pueblos están destinados a convertirse en meras residencias de ancianos. Este enfoque, aunque necesario desde un punto de vista asistencial, no es suficiente para revertir el despoblamiento. Entonces, ¿por qué no plantear soluciones más audaces y visionarias? Por ejemplo, la apertura de una universidad en una provincia como Guadalajara podría ser un revulsivo auténtico. Las universidades no solo traen estudiantes, sino también profesores, investigadores, personal administrativo y servicios asociados. La creación de una universidad en la España rural genera un ecosistema que puede transformar la economía y la sociedad locales.
Consideremos que Guadalajara, toda la provincia, hace la selectividad de Madrid. Esto ya muestra una conexión académica que podría ser aprovechada para establecer un campus universitario con ventajas específicas de CLM en la España rural. Imaginemos carreras especializadas que atraigan a estudiantes de toda España e incluso del extranjero, gracias a becas, instalaciones de vanguardia y programas de intercambio. Vamos quien dice una universidad, podemos hablar de un centro solo de FP que tenga su repercusión a posteriori en la vida de nuestra comarca. ¿Es esto una locura? Tal vez, pero la historia está llena de “locuras” que cambiaron el mundo.
Además, esta iniciativa podría integrar un componente digital robusto, en línea con la tan cacareada estrategia integral de ciberseguridad del Gobierno regional. Pero aquí surge otra paradoja: ¿de qué sirve la ciberseguridad en un pueblo como Olmeda de Cobeta si aún no tiene cobertura móvil decente? La infraestructura digital básica debe preceder a cualquier estrategia de ciberseguridad avanzada. De lo contrario, estamos construyendo castillos en el aire. En lugar de anunciar con bombos y platillos estrategias que suenan bien en los titulares pero carecen de sustancia práctica, es crucial abordar primero las necesidades fundamentales. Antes de hablar de ciberseguridad avanzada, aseguremos una conexión a internet estable y de calidad en todos los rincones de Castilla-La Mancha. Solo entonces podremos hablar de una verdadera transformación digital que beneficie a todos, no solo a unos pocos.
El señor García-Page y su equipo deben reconsiderar sus prioridades. No se trata solo de gestionar el presente con políticas paliativas, sino de imaginar un futuro diferente y más prometedor para la España vaciada. Necesitamos proyectos que miren más allá del asistencialismo y apuesten por la innovación, la educación y la tecnología de una manera inclusiva y realista. Sin embargo, no podemos ignorar que, a pesar de los esfuerzos y la retórica optimista del Ejecutivo regional, los avances tangibles han sido escasos. Las ‘Agendas de Desarrollo Urbano y Rural’ (ADUR), promovidas en colaboración con la Red Castellanomanchega de Desarrollo Rural (Recamder), prometen identificar y abordar los estrangulamientos que impiden el crecimiento económico y la creación de empleo en 26 territorios afectados por la despoblación. No obstante, tras cuatro años desde la firma del Pacto contra la Despoblación en febrero de 2020, los resultados brillan por su ausencia. Estas nuevas herramientas, que se anuncian con tanto bombo y platillo, aún tienen que demostrar su eficacia en un contexto donde las medidas anteriores no han logrado revertir la tendencia de manera significativa.
Es cierto que el vicepresidente primero de Castilla-La Mancha, José Luis Martínez Guijarro, insiste en que la región es pionera en la implementación de medidas contra la despoblación, destacando la participación de agentes sociales y colectivos locales en la creación de la Ley de medidas contra la Despoblación. Sin embargo, esta normativa y las iniciativas derivadas parecen quedarse en buenos propósitos sin un impacto real. La reiterada promesa de que las Agendas de Desarrollo Urbano y Rural servirán de guía para aplicar medidas más concretas y efectivas suena vacía cuando la realidad en el terreno sigue siendo la de pueblos que languidecen sin soluciones verdaderamente transformadoras.
Si realmente queremos revivir la España rural, debemos empezar por ofrecer oportunidades que atraigan a los jóvenes y fortalezcan las comunidades locales desde sus cimientos. Solo así podremos dejar de hablar de la España vaciada y empezar a hablar de la España revitalizada. Sería como la historia del lince ibérico, que ha dejado ya de ser una especie en peligro de extinción después de mucho trabajo. ¿Conseguiremos en algún momento que la España vacía(da) deje de estar en peligro de extinción?
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