Maruja Mallo resplandece en el Reina Sofía: Madrid salda su deuda con la artista más libre del siglo XX
Por fin, Madrid repara un silencio que duró demasiado. La ciudad que la vio romper normas, desafiar costumbres y reinventar el color, abre hoy las puertas del Museo Reina Sofía para rendir homenaje a Maruja Mallo (Viveiro, Lugo, 1902 – Madrid, 1995), la pintora que convirtió la modernidad en un acto de valentía. La exposición “Maruja Mallo. Máscara y compás” reúne casi un centenar de obras que recorren más de medio siglo de creación, desde sus primeros dibujos en los años veinte hasta sus visiones cósmicas de los ochenta.
La muestra, que podrá visitarse hasta el 16 de marzo de 2026, llega a Madrid tras su paso por el Centro Botín de Santander, donde ya despertó una admiración unánime.
En palabras de Bárbara Rodríguez Muñoz, directora de exposiciones de la institución cántabra, Mallo fue “la artista más fascinante y heterogénea del siglo XX español”.
Por su parte, Manuel Segade, director del Reina Sofía, recordó que “fue quien dio rostro visual a la Generación del 27, una mujer adelantada a su tiempo, consciente del valor del trabajo femenino y creadora de una iconografía propia que anticipó la ciencia ficción”.
Una mujer que nació libre
Ana María Gómez González, que más tarde adoptaría el nombre artístico de Maruja Mallo, fue la primera mujer admitida en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Allí, en el Madrid efervescente de los años veinte, coincidió con Salvador Dalí, Luis Buñuel y Federico García Lorca. Con ellos compartió inquietudes, tertulias, rebeldías y una fe profunda en la modernidad.
No tardó en hacerse notar.
Desafiante y vital, Mallo participó activamente en la vida cultural madrileña, fue parte del grupo de las Sinsombrero, y representó una nueva figura de mujer: libre, profesional, cosmopolita y consciente de su propio talento.
En su obra, el cuerpo femenino y la energía del trabajo adquieren un protagonismo inédito.
La suya fue una mirada que rompió moldes, una poética que transformó lo cotidiano en un espacio de emancipación.
Las verbenas de un Madrid que soñaba
En la primera parte de la exposición, el visitante se encuentra con la joven Mallo de los años veinte: aquella que miraba los barrios populares y las fiestas madrileñas con una mezcla de ironía, ternura y crítica. En su célebre serie Las Verbenas, las luces, los tiovivos y los personajes castizos se convierten en un torbellino de color que anticipa el realismo mágico.
El filósofo José Ortega y Gasset, asombrado por su talento, llegó a dedicarle la única exposición que acogió su Revista de Occidente. En estas obras —como El mago o Guía postal de Lugo—, la pintora juega con las formas y los reflejos, rinde homenaje a Valle-Inclán y convierte lo popular en vanguardia. En esa mirada crítica y alegre late una artista que ya no necesita permiso para ser moderna.
París: el pulso del surrealismo
En 1932, una beca llevó a Maruja Mallo a París, donde el surrealismo vivía su momento más intenso. Allí conoció a André Breton, Paul Éluard o Max Ernst, y volvió a coincidir con Dalí. Lejos de ser una mera visitante, Mallo dejó huella: Breton llegó a adquirir su obra Espantapájaros, que hoy se exhibe en el Reina Sofía como testimonio de una época.
De aquella etapa surgen piezas inquietantes como Antro de fósiles o Espantapeces, parte de su ciclo Cloacas y campanarios, donde los paisajes se oscurecen y la pintura se vuelve casi premonitoria. En estos lienzos, Mallo presiente el colapso de una época y el advenimiento de la guerra. Su arte se adentra en lo subterráneo, en lo putrefacto, en los restos de una civilización que se desmorona.
El compromiso de una creadora en tiempos de cambio
De vuelta a una España republicana, Mallo ejerce como profesora en Arévalo y canaliza su compromiso social a través del arte. En estos años, su pintura se llena de figuras monumentales, manos que trabajan, cuerpos que siembran, gestos que invocan la dignidad del esfuerzo humano. Obras como La sorpresa del trigo (1936) o El canto de la espiga (1939) son emblemas de su fe en la mujer trabajadora y en la belleza del trabajo colectivo.
El estallido de la Guerra Civil la obliga a exiliarse a Buenos Aires, ciudad que la acogerá durante un cuarto de siglo. Allí su estilo se transforma. La geometría y el equilibrio sustituyen el tumulto del color. En sus naturalezas vivas —conchas, algas, anémonas, estrellas marinas—, Mallo busca un orden sagrado, una matemática secreta del universo.
“El orden es la arquitectura íntima de la naturaleza”, escribió entonces.
Sus Máscaras (1948–1957) surgen también en este periodo, como símbolo de la identidad escindida del exilio. Ella misma se convertirá en una máscara viviente, maquillándose cada mañana como si se reconstruyera. En esos gestos hay ironía, pero también supervivencia.
El regreso y la resurrección
Maruja Mallo regresó a España en 1962. Lo hizo con miedo, consciente de que la historia la había olvidado.
“Mis amigos están enterrados o desterrados”, diría al llegar.
Durante años vivió en discreto silencio, hasta que la Movida Madrileña redescubrió su obra y la rescató del olvido.
En 1979, ya septuagenaria, presentó Los moradores del vacío, una serie de visiones espaciales que cerraban su trayectoria con un giro místico y sideral. Aquella mujer que había retratado a la España popular, a las obreras y a los espantapájaros, se despedía mirando hacia las estrellas.
Hoy, tres décadas después de su muerte, el Reina Sofía le devuelve su lugar. La exposición, comisariada por Patricia Molins, despliega pinturas, dibujos, escritos y fotografías que permiten ver a la artista y al personaje que ella misma construyó: libre, transgresora, inclasificable.
Entre los documentos más valiosos, destacan las imágenes tomadas por su hermano Cristino Mallo en Cercedilla: retratos que son casi performances, autorretratos antes de que existiera la palabra, donde la artista se escenifica a sí misma como mito. Porque Maruja Mallo no solo pintó su tiempo: fue su propio cuadro.
“Maruja Mallo. Máscara y compás” es mucho más que una retrospectiva: es un acto de justicia.
Una exposición que repara una deuda
El Reina Sofía exhibe su obra; devuelve al presente una figura que encarnó la libertad creativa cuando ser mujer y ser artista eran casi incompatibles. En sus lienzos late el espíritu de una España que soñó con ser moderna, y en su biografía, la historia de un país que aún aprende a mirar a sus creadoras.
📍 Museo Reina Sofía (Madrid)
🗓️ Del 8 de octubre de 2025 al 16 de marzo de 2026
🎨 Exposición: Maruja Mallo. Máscara y compás
🕙 Horario: De lunes a sábado, de 10:00 a 21:00 h (martes cerrado)









