Peñalba de la Sierra arde: la lluvia da un respiro, pero el fuego y la política siguen activos
La Sierra Norte de Guadalajara arde desde hace ocho días.
Los bosques que bordean Peñalba de la Sierra y Cabida se han convertido en un paisaje irreconocible: troncos carbonizados, matorrales ennegrecidos y un humo que se arrastra como un fantasma sobre las laderas.
La lluvia caída durante la tarde del domingo ofreció un respiro inesperado, pero no ha logrado apagar un fuego que ya ha consumido unas 3.000 hectáreas y que, en su implacable avance, se ha extendido hasta la vecina provincia de Segovia.
El viceconsejero de Medio Ambiente de Castilla-La Mancha, José Almodóvar, anunció que los flancos oeste y sur del incendio llevan dos días sin actividad, lo que permitió que los vecinos de Peñalba y Cabida regresaran a sus casas. Sin embargo, la recomendación sigue siendo prudente:
“Solo movimientos laborales imprescindibles”, insistió. La maquinaria y los equipos de extinción continúan su labor constante, recordando que el fuego sigue vivo, acechando silencioso entre las sombras de los árboles calcinados.
➡️ACTUALIZACIÓN#IFPeñalbadelaSierra en #Guadalajara. Los vecinos de Cabida y Peñalba de la Sierra en #Guadalajara pueden volver a sus casas.
🚧 Se mantiene los cortes en las carretas.
Continúan las labores de extinción.
🚨Nivel 2
🗺️ Superficie estimada 3000 ha
💻 Mando… pic.twitter.com/i3kuXpDybo— INFOCAM (@Plan_INFOCAM) September 28, 2025
Video: INFOCAM
El avance del fuego: cifras que no cuentan historias
Detrás de las estadísticas, hay un relato de devastación: 3.000 hectáreas arrasadas, ecosistemas dañados y la vida silvestre que huye, atrapada en un territorio que quema con velocidad vertiginosa. La extensión a Segovia, con Cerezo de Arriba como nuevo epicentro, evidencia cómo la fuerza del viento y la topografía pueden vencer incluso las líneas de control mejor trazadas. Allí, 200 hectáreas más han caído bajo las llamas, un recordatorio de que la naturaleza, cuando se desata, ignora fronteras y administraciones.
“La lluvia nos ha dado un respiro, pero el incendio sigue activo”, advertía Almodóvar.
Apenas cinco milímetros de precipitación, suficientes para humedecer parcialmente la vegetación y complicar la propagación del fuego, pero incapaces de apagar los frentes más activos. Las brasas ocultas en tocones y mantillo permanecen, esperando, listas para reavivar las llamas en cuanto el calor regrese.
El director del Centro Operativo de Incendios, Juanjo Fernández, subraya la limitación de este alivio:
“La lluvia ayuda, pero no es suficiente. La combustión incandescente sigue presente. La intervención humana sigue siendo imprescindible para consolidar perímetros y apagar focos residuales”.
Coordinación y mando unificado: entre eficacia y limitaciones
En medio de la emergencia, Castilla-La Mancha y Castilla y León han establecido un mando unificado, una cooperación que se manifiesta en videoconferencias constantes, enlaces permanentes y un despliegue coordinado de brigadas, autobombas y maquinaria pesada. Pero, incluso con esta estructura, la magnitud del incendio y la complicada orografía de la Sierra Norte ponen a prueba cualquier estrategia: pendientes abruptas, barrancos inaccesibles y vegetación densa transforman cada hectárea en un terreno hostil para quienes intentan frenar las llamas.
Hasta la tarde del domingo, 185 medios y 896 personas estaban movilizados, incluyendo efectivos aéreos, la UME, recursos de la Comunidad de Madrid y del Gobierno de España. El refuerzo constante evidencia que, pese a los protocolos, la gestión de emergencias sigue dependiendo de la improvisación frente a la magnitud de los desastres naturales.
Voces políticas en el fuego: cooperación y críticas
La gravedad del incendio ha sacado a relucir también la dimensión política del desastre. El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, subrayó la importancia de la colaboración:
“Hemos creado un Mando Unificado con Castilla y León para combatir el incendio. La colaboración de la población es clave y la mejor forma de ayudar es siguiendo las indicaciones de las autoridades”.
Hemos creado un Mando Unificado de @gobjccm y @jcyl para combatir el incendio de #IFPeñalbaDeLaSierra. Llevamos días luchando contra el fuego, pero los fuertes vientos y la complicada orografía del terreno complican las labores de extinción.
Agradezco profundamente el trabajo… https://t.co/7YAA3G1ax6— Emiliano García-Page (@garciapage) September 28, 2025
Por su parte, el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, recordó que “el fuego no entiende de fronteras”, destacando el esfuerzo conjunto de ambos gobiernos para proteger a la población.
Sin embargo, las declaraciones también reflejan la tensión política: el presidente del PP de Castilla-La Mancha, Paco Núñez, quien días atrás criticó la gestión de García-Page, cambió de tono ante la lluvia, agradeciendo la labor de los equipos de extinción:
“Mucho ánimo a todos los profesionales que trabajan sin descanso para apagarlo”.
El PSOE regional, por medio de su portavoz Ana Isabel Abengózar, aprovechó para criticar el oportunismo de ciertos partidos, recordando decisiones pasadas que, según ellos, agravaron la vulnerabilidad de los bosques:
“No hay catástrofe que no quieran aprovechar”, afirmó en alusión a la gestión política durante emergencias previas.
Estas voces muestran que, mientras la naturaleza no discrimina, la política sí actúa con intereses propios, y a veces en lugar de aportar soluciones inmediatas, añade ruido al drama que ya viven los vecinos.
Historias humanas en medio del humo
La tragedia no es solo ambiental.
Son los vecinos que abandonaron sus casas por temor a ser engullidos por el fuego; son los agricultores que veían cómo sus campos desaparecían bajo cenizas; son los bomberos que, exhaustos, avanzan con cautela por senderos imposibles.
La lluvia permitió que algunos regresaran, pero la calma es solo aparente.
Los cortes de carreteras permanecen, y la amenaza de que el fuego alcance la carretera al puerto de la Quesera sigue vigente.
“Nos pasamos noches sin dormir, escuchando el crujir de los árboles y respirando humo”, relataba una vecina de Peñalba. Historias que los números no reflejan, pero que marcan el alma de la comunidad afectada.
Reflexión crítica: la gestión territorial bajo examen
El incendio de Peñalba de la Sierra no es solo un fenómeno natural; es un espejo de la fragilidad de nuestras políticas ambientales. La falta de prevención, la escasa inversión en gestión forestal y la respuesta limitada ante condiciones extremas de viento y sequía muestran que el riesgo no surge únicamente de la naturaleza, sino de decisiones humanas que no anticipan ni previenen los desastres.
Mientras los políticos intercambian mensajes de cooperación o críticas veladas, la realidad es que el fuego sigue activo, y solo la coordinación efectiva, el trabajo de los profesionales y la vigilancia constante permitirán evitar que la tragedia se amplíe.
➡️ ACTUALIZACIÓN
Movilizados desde las 8:30 los medios aéreos al #IFPeñalbadelaSierra (#Guadalajara).🚧Se mantiene cerrada la carretera Gu-187 y el camino de acceso al Puerto de la Quesera
❌Se mantiene cerrado el acceso a visitantes la Hayedo de Tejera Negra
🚶Se recomienda… pic.twitter.com/S7Zely4qDM
— INFOCAM (@Plan_INFOCAM) September 29, 2025
La lluvia: un respiro efímero
Las previsiones meteorológicas anuncian más lluvias ligeras y un descenso del viento, lo que permitirá consolidar perímetros y reducir la actividad del incendio. Sin embargo, la advertencia es clara: la lluvia no es la salvación definitiva. Solo la acción constante de brigadas, maquinaria y vigilancia permitirá controlar los focos residuales y garantizar que los vecinos puedan recuperar sus casas, sino también la tranquilidad arrebatada por la devastación.
En GuadaRed creemos que lo ocurrido en Peñalba de la Sierra es un recordatorio doloroso de que la naturaleza no negocia y que la preparación frente a los desastres debe ser constante. La valentía de los equipos de extinción y la resiliencia de los vecinos son admirables, pero no pueden sustituir una gestión territorial eficaz ni políticas preventivas sólidas.
Este incendio deja claro que proteger nuestros bosques y poblaciones no es una opción: es una obligación que marca la delgada línea entre la vida y la devastación.
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