A medida que el año llega a su fin, apenas unos días restan para saltar al 2025, es inevitable mirar atrás y reflexionar sobre lo que ha supuesto este 2024. En Guadared, he intentado, cada domingo, poner palabras a la realidad que vivimos en esta tierra olvidada, la España vaciada. A todos los lectores que me han acompañado en este viaje semanal, mi más sincero agradecimiento. Su lealtad y atención han sido el motor de este espacio, donde la voz de nuestra comarca ha buscado abrirse paso entre el ruido de la indiferencia.
Pero también es el momento de levantar la voz con firmeza. Porque mientras aquí seguimos esperando soluciones reales, la clase política sigue haciendo lo que mejor sabe: alardear, prometer y, finalmente, no cumplir. Nos hablan de la España vaciada como si fuera un lema de campaña, no una tragedia que afecta a miles de personas. Se llenan la boca con palabras grandilocuentes mientras nuestras calles se vacían, nuestras escuelas cierran y los jóvenes se marchan porque aquí no hay futuro. ¿Y qué decir de las promesas de empleo? Cada nuevo proyecto se presenta como un triunfo histórico, cuando en realidad no son más que migajas disfrazadas de banquete. El parador de Molina de Aragón, ese supuesto motor de desarrollo, sigue siendo un monumento a la ineficacia y el abandono. ¿Cuántos años más tendremos que esperar para verlo terminado? Cada ladrillo que no se coloca es un recordatorio de que nuestras demandas no están en la agenda real de nadie.
El futuro de nuestra tierra, de nuestras familias y de nuestras tradiciones está en juego.
Lo mismo ocurre con los agricultores, a quienes solo se recuerda cuando llegan las elecciones y hay que arañar votos. Una fotografía en una granja, una reunión apresurada con promesas huecas, y luego el silencio. Los ganaderos y cazadores, pilares de nuestra economía local, se convierten en moneda de cambio cuando hay intereses más grandes en juego. Pero una vez que esos intereses se desvanecen, también desaparecen los apoyos. La desconexión entre las instituciones y la realidad del día a día en el campo es cada vez más evidente.
Nos hablan de desarrollo sostenible, pero ¿qué sostenibilidad puede haber sin servicios básicos? Nos hablan de innovación, pero ¿qué innovación es posible en zonas donde la conectividad sigue siendo un lujo? Nos venden el turismo rural como una panacea, pero olvidan que un pueblo sin habitantes no puede ofrecer nada más que su recuerdo. La situación no es solo preocupante, es alarmante, y la inacción de quienes tienen el poder de cambiarla resulta insultante.
Como si todo esto no fuera suficiente, también tenemos que enfrentarnos a una visión estereotipada de nuestra realidad. Para muchos, la España vaciada no es más que un concepto abstracto, una postal pintoresca de pueblos tranquilos. Pero nosotros sabemos que la realidad es mucho más compleja: es la lucha diaria por mantener nuestras tradiciones, por conservar nuestras tierras, por garantizar un futuro para nuestros hijos. Es un esfuerzo continuo que, lejos de ser reconocido, suele ser ignorado o menospreciado.
Es indignante, y también desolador, comprobar que año tras año seguimos en la misma situación. Sin embargo, como periodista y como ciudadano de esta tierra, me niego a resignarme. Porque a pesar de todo, creo en un futuro esperanzador. Creo que podemos cambiar esta realidad, pero no podemos esperar que el cambio venga de arriba. Tiene que empezar desde la base, desde nosotros.
Debemos alzar la voz, exigir responsabilidades y luchar por lo que nos pertenece. Necesitamos alianzas entre los que compartimos este territorio, uniendo fuerzas para construir soluciones reales. No podemos permitir que el ruido de las promesas vacías apague nuestra determinación. Este es nuestro hogar, y si no luchamos por él, ¿quién lo hará?
Cada domingo he intentado contribuir a esa lucha desde estas páginas, pero ahora les digo que el trabajo no puede quedarse en palabras. Debemos pasar a la acción. Involucrémonos en las decisiones locales, apoyemos a nuestros vecinos y no dejemos que la indiferencia gane la batalla. El futuro de nuestra tierra, de nuestras familias y de nuestras tradiciones está en juego.
Gracias por estar ahí, por leerme y por compartir mis inquietudes. Sigamos juntos en esta batalla, porque solo unidos podremos construir el futuro que merecemos. Y que el próximo año sea, por fin, el inicio de un verdadero cambio. Que sea el año en el que dejemos de ser un titular en boca de políticos y empecemos a ser protagonistas de nuestra propia historia.
Hoy informamos, mañana transformamos: ¡Nos vemos en el próximo artículo!