Cada vez que llega el presupuesto anual, se desata la misma retórica política sobre la lucha contra la despoblación. Y con ello, una promesa más de que este fenómeno –uno de los problemas más desestructurales que afectan a muchas regiones de Castilla-La Mancha y de España en general– será combatido con recursos públicos. El último anuncio del Gobierno regional no es una excepción: 2.116 millones de euros destinados a frenar la despoblación, es decir, aproximadamente 5,8 millones de euros al día. Una cifra impresionante, ¿verdad? Pero la pregunta es: ¿realmente estamos viendo resultados tangibles o estamos ante un gasto monumental sin control ni consecuencias claras? En el laberinto de la burocracia, ¿dónde termina la lucha contra la despoblación y dónde comienza el despilfarro?
“Celebrar que ‘el pueblo se llena un día clave’ no es la solución. Es una manifestación forzada que no soluciona los problemas de fondo, sino que los oculta bajo un manto de propaganda electoralista.”
El vicepresidente José Manuel Caballero no ha escatimado en palabras grandilocuentes para defender el presupuesto, subrayando que es un 3,4% del PIB de la región, y que la cantidad supera el 1% del PIB que piden los colectivos de zonas despobladas a nivel nacional. Sin embargo, cabría preguntarse, ¿realmente ese dinero se invierte de forma efectiva? O más bien, ¿se diluye entre subterfugios y mediáticas políticas que no terminan de llegar a las personas que realmente sufren el abandono? Como bien señala el periodista David Jiménez en su artículo El triunfo de los mediocres, “hemos creado una cultura en la que los mediocres son los primeros en ser ascendidos en la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación”. En el ámbito de la despoblación, los mediocres se cuelan en las propuestas y en las soluciones, sin tener que rendir cuentas por los resultados reales de sus medidas.
“La lucha contra la despoblación no es solo una cuestión de presupuesto o de leyes contra la despoblación; es una cuestión de garantizar que el campo siga siendo un lugar habitable, digno y viable para vivir.”
Las cifras que manejan los gobernantes del PSOE nos llenan de esperanza, pero son más un ejercicio de prestidigitación presupuestaria que una verdadera solución a los problemas de fondo. La “Memoria de Impacto Demográfico” del presupuesto de 2026, que promete frenar el éxodo rural y transformar los territorios despoblados, se presenta como un salvavidas frente a la ola de vacío humano que arrasa los pueblos. Pero el truco está en la letra pequeña. Y esta vez, no estamos hablando de los montantes millonarios que se destinan a planes que parecen hechos más para quedar bien en los medios que para cambiar la vida de los afectados. Si tomamos en cuenta que de estos 2.116 millones de euros, apenas el 0,22% (27,9 millones) van destinados a la Presidencia y estructuras políticas del Gobierno, ¿qué garantía tenemos de que el resto de los fondos están realmente focalizados en las zonas que más lo necesitan?
Es cierto que la ley contra la despoblación, impulsada por Emiliano García-Page, ha traído algo de alivio a ciertas comarcas, como el Señorío de Molina de Aragón, donde, según Pablo Bellido, secretario general del PSOE en Guadalajara, “se ha detenido este proceso de despoblamiento y se ha experimentado un primer crecimiento”. Sin embargo, es una ironía que esta afirmación se dé en una comarca donde la realidad diaria es bien distinta. ¿De verdad se ha detenido la despoblación en Molina de Aragón? Si uno se acerca a la localidad un martes a las seis de la tarde, lo único que verá será un pueblo muerto, vacío de actividad, de vida, y con la misma sensación de abandono que hace años.
¿Qué ha cambiado realmente en el día a día de los habitantes de Molina?
Se celebran “primeros crecimientos” que no son más que excepciones en un desierto poblacional que sigue existiendo, y que no se resuelve con visitas esporádicas y discursos grandilocuentes en eventos organizados por el PSOE.
“¿Dónde han ido a parar esos millones destinados al ‘progreso’ de los pueblos? Es una cuestión que sigue sin resolverse, especialmente cuando vemos cómo, tras una serie de escándalos de corrupción, tres de los cuatro implicados en el ‘Caso Peugeot’ ya se encuentran en prisión.”
Bellido y compañía pueden jactarse todo lo que quieran de la “transformación impresionante” de Molina, pero la verdadera transformación no se mide en actos políticos, ni en anuncios pomposos, sino en la creación de un entorno en el que las personas quieran quedarse. Sin empleo, sin oportunidades, sin una mínima infraestructura, lo único que están consiguiendo es que los jóvenes abandonen en busca de un futuro en las ciudades más grandes. Celebrar que “el pueblo se llena un día clave” no es la solución. Es una manifestación forzada que no soluciona los problemas de fondo, sino que los oculta bajo un manto de propaganda electoralista.
“Mucho dinero ha sido desviado, mal gestionado, o simplemente ha desaparecido en las sombras de una administración que no rinde cuentas.”
El dinero destinado a la lucha contra la despoblación parece esfumarse sin dejar rastro. De hecho, la sensación generalizada en muchas localidades es que este capital está siendo utilizado de forma ineficaz, sin una clara distribución que revierta en los territorios afectados. Muchos recordamos cómo el gobierno nacional también proclamaba grandes cifras y ambiciosos planes para las zonas despobladas. ¿Y qué ha ocurrido con esos fondos? ¿Dónde han ido a parar esos millones destinados al “progreso” de los pueblos? Es una cuestión que sigue sin resolverse, especialmente cuando vemos cómo, tras una serie de escándalos de corrupción, tres de los cuatro implicados en el “Caso Peugeot” ya se encuentran en prisión, mientras el número uno de la trama sigue intacto en el poder. Es una realidad que no podemos ignorar: mucho dinero ha sido desviado, mal gestionado, o simplemente ha desaparecido en las sombras de una administración que no rinde cuentas.
El mensaje del PSOE en su encuentro en Molina de Aragón, que celebra el crecimiento demográfico en la comarca, es claro: la política regional tiene mucho que ofrecer en términos de igualdad territorial. Pero las palabras se quedan cortas si no se ven reflejadas en un cambio verdadero en la vida de las personas. Es una ironía que, mientras los políticos hacen promesas sobre el futuro de las zonas rurales, la mayoría de los jóvenes de estos lugares sigue buscando su destino en las grandes urbes, donde las oportunidades parecen ser infinitas.
La lucha contra la despoblación no es solo una cuestión de presupuesto o de leyes contra la despoblación; es una cuestión de garantizar que el campo, la tierra que ha dado sustento durante siglos, siga siendo un lugar habitable, digno y viable para vivir.
Mientras los fondos siguen fluyendo en direcciones equivocadas y las soluciones siguen siendo mediocres, la pregunta es: ¿de qué sirve tanto dinero si no llega a las personas que más lo necesitan?
Como bien señala David Jiménez, en un país mediocre, los mediocres se convierten en los protagonistas. Y si no tomamos conciencia de la realidad que vive el mundo rural, seremos testigos de cómo la despoblación se convierte en un síntoma más de esa mediocridad política que arrastra a la región hacia la irrelevancia. La misma mediocridad que es capaz de celebrar un crecimiento ficticio en Molina de Aragón y comarca mientras la verdadera vida de los pueblos sigue desvaneciéndose bajo un manto de promesas incumplidas.
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