En los últimos años, el panorama político ha estado inundado de promesas grandilocuentes sobre el desarrollo rural. Los discursos retumban con la promesa de inversiones millonarias, subvenciones generosas y programas ambiciosos que supuestamente revitalizarán las zonas rurales. Sin embargo, detrás de esta cortina de humo de promesas vacías, la realidad de muchas regiones sigue siendo desoladora.
Tomemos como ejemplo el caso reciente de Castilla-La Mancha, donde se ha anunciado la Alianza por el Desarrollo Rural, una iniciativa que ha generado esperanzas entre los habitantes de las áreas rurales afectadas por la despoblación. La Red Castellano Manchega de Desarrollo Rural (RECAMDER), en colaboración con la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y los Grupos de Desarrollo Rural (GDR), ha firmado un convenio para implementar Agendas de Desarrollo Urbano Rural (ADUR) en zonas extremadamente despobladas.
¿Y las soluciones para enfrentarnos a la despoblación? Después de todo lo invertido anteriormente, ¿no sabemos las necesidades, ni recursos ni desafíos claves que necesitan estas zonas?
Sin embargo, más allá de las pomposas ceremonias de firma de convenios, es crucial analizar qué medidas concretas se están tomando para abordar el problema de la despoblación. ¿Dónde está el detalle de ese convenio? ¿Qué acciones específicas se llevarán a cabo para revertir la situación? Porque, lamentablemente, la experiencia nos ha enseñado que no es simplemente una cuestión de inyectar dinero en el problema.
Jesús Ortega, presidente de RECAMDER, destacó la importancia de esta iniciativa como un paso crucial en la lucha contra la despoblación rural en Castilla-La Mancha. Subrayó que las ADUR permitirán un análisis exhaustivo de cada territorio, identificando recursos, necesidades y desafíos clave. Entiendo en estas declaraciones que el convenio, con una duración inicial de dos años y posibilidad de prórroga, y que cuenta con una financiación conjunta de la JCCM y los Grupos de Desarrollo Rural, donde la Junta aportará 101.000 euros, distribuidos en las anualidades 2024 y 2025, mientras que los GDR beneficiarios contribuirán con 76.000 euros cada uno; SOLO y únicamente servirán, como dice Jesús Ortega, para un análisis exhaustivo de cada territorio, identificando recursos, necesidades y desafíos clave. ¿Y las soluciones para enfrentarnos a la despoblación? Después de todo lo invertido anteriormente, ¿no sabemos las necesidades, ni recursos ni desafíos claves que necesitan estas zonas? Qué fácil es disparar con pólvora ajena.
“Si algo significa la libertad es el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír”. Geroge Orwell
Los datos oficiales, que no son de hoy, es decir, han aumentado, pintan un panorama sombrío: el 85% de los municipios en Castilla-La Mancha tienen una densidad de población inferior a 12.5 habitantes por kilómetro cuadrado, y un abrumador 93% tienen menos de 101 habitantes. Estos números son más que simples estadísticas; representan vidas, comunidades y culturas en peligro de extinción.
Como mencioné en un artículo anterior, los periodistas nos enfrentamos a una presión desalentadora para retratar una imagen idílica de la región, que personalmente creo firmemente en el potencial que tiene mi región, pero se necesita una gestión mucho más real si no queremos desaparecer. Esta presión contribuye a un clima de autocensura, donde las voces críticas son silenciadas en aras de mantener una narrativa positiva sobre el desarrollo rural, pero como decía Geroge Orwell “Si algo significa la libertad es el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír.”
“Es un punto y seguido en la lucha contra la despoblación”, afirmaba José Luis Martínez Guijarro el vicepresidente primero de Castilla-La Mancha, quien ha confiado en que antes de que finalice la legislatura, las 21 zonas de Castilla-La Mancha que sufren intensa o extrema despoblación o están en riesgo de despoblación cuenten con sus correspondientes ADUR.
En un paisaje político donde las promesas brillan más que los resultados tangibles, es imprescindible cuestionar el verdadero compromiso detrás de las declaraciones de nuestros líderes. ¿Es realmente la preocupación por la España despoblada lo que guía sus acciones, o son estas meras estrategias para asegurar una posición política más sólida? Las referencias a “legislaturas” en lugar de a soluciones concretas para las comunidades rurales plantean interrogantes sobre las verdaderas intenciones tras estos anuncios. ¿Acaso el impulso político constante no es más que una estratagema para mantenerse en el poder, en lugar de servir genuinamente a los intereses del pueblo?
En un contexto donde la retórica política eclipsa con frecuencia la acción significativa, es legítimo cuestionar si la atención exclusiva en Castilla-La Mancha es la estrategia más efectiva para abordar el desafío de la despoblación. ¿No sería más lógico y eficiente adoptar un enfoque nacional que aborde las necesidades de todas las regiones afectadas por este fenómeno? La declaración de que esta iniciativa es “un punto y seguido en la lucha contra la despoblación” podría interpretarse como un intento de desviar la atención de la falta de resultados concretos hasta el momento. En lugar de buscar puntos políticos, deberíamos estar comprometidos con soluciones a largo plazo que verdaderamente aborden las necesidades de las comunidades rurales en toda España.
Hoy informamos, mañana transformamos: ¡Nos vemos en el próximo artículo!