El Fandi abrió la tarde con un toro al que recibió con verónicas templadas y remató con una media de cartel. Llevó al toro al caballo por chicuelinas andando, con clase y gusto, y encendió la plaza en banderillas, pidiendo la música. Con la muleta, se gustó por ambos pitones, aunque sin terminar de redondear faena.
El Fandi volvió a la arena con su segundo, decidido a no irse de vacío. Recibió con una larga cambiada y estuvo espectacular en banderillas, ajustando cada par. Sin embargo, la faena de muleta se vio condicionada cuando el toro se rompió un pitón contra un burladero, y aunque dejó algunos detalles, la conexión con el público no fue total. Se arrimó en los últimos compases y, con una gran estocada, cortó la primera oreja de la tarde.
Ginés Marín tuvo un lote complicado, empezando por su primero, un toro de Virgen María que fue de más a menos, calamocheando y dificultando la ligazón de los muletazos. Aun así, dejó detalles de torería y cerró con desplantes que arrancaron las palmas. En su segundo, tampoco tuvo opciones, pero mostró actitud, intentando sacar lo poco que tenía el animal y dejando destellos de su calidad.
Pero el nombre de la tarde fue Víctor Hernández
En su primer toro, mostró un toreo de empaque, con verónicas que encendieron la plaza y gaoneras de gran ajuste. Comenzó su faena de muleta de rodillas, ligando muletazos con poder y emoción. Toreó con temple y profundidad, desatando los olés y la música, pero la espada le privó de un triunfo mayor.
Con su segundo, salió a por todas, firmando un saludo capotero excepcional. Con la muleta, toreó con gusto y poder por ambos pitones, despacio, mandando y ligando con profundidad. Cerró con manoletinas ceñidísimas y, en un instante de máxima emoción, el toro lo prendió, mostrando su entrega y valentía. Fue el torero que más y mejor toreó en la tarde, dejando la sensación de que su nombre está destinado a grandes cosas. El espadazo le llevó a cortar las dos orejas y abrir la puerta grande de El Casar.