Un nuevo descubrimiento cambia lo que sabíamos sobre el Homo habilis
Investigadores de la Universidad de Alcalá han hallado pruebas sorprendentes que cuestionan la imagen del Homo habilis como el primer gran cazador de la historia humana. Dos fósiles encontrados en la Garganta de Olduvai muestran marcas de mordeduras de leopardos, lo que sugiere que esta especie pudo haber sido más presa que depredadora.

El hallazgo que pone patas arriba la historia
Durante décadas, el Homo habilis ha sido considerado el primer representante del género Homo en fabricar herramientas de piedra y en consumir carne de forma habitual. Sin embargo, un nuevo estudio publicado en la revista Annals of the New York Academy of Sciences pone en duda esa visión clásica.
El equipo de investigación, liderado por el Instituto de Evolución en África (IDEA) de la Universidad de Alcalá, analizó dos fósiles clave: una mandíbula juvenil (OH 7), de unos 1,85 millones de años, y un maxilar adulto (OH 65), de aproximadamente 1,78 millones de años. Ambos proceden de los niveles más antiguos del lecho de Olduvai, uno de los yacimientos más importantes para entender los orígenes del ser humano.
Lo sorprendente fue descubrir que los huesos conservaban marcas de dientes compatibles con ataques de leopardos. Este detalle cambia radicalmente el papel que se atribuía a esta especie en la cadena alimenticia.
Así se descubrió: cuando la inteligencia artificial lee una mordida
Para identificar al autor de las marcas, los investigadores recurrieron a la tecnología.
Crearon una base de datos con más de 1.400 imágenes de mordeduras reales de animales actuales —como hienas, cocodrilos, lobos, leones y leopardos— y entrenaron varios modelos de inteligencia artificial mediante redes neuronales profundas.
El modelo más eficaz, ResNet-50, logró una precisión del 88 % al identificar el tipo de depredador. En los fósiles del Homo habilis, tanto este modelo como otros sistemas (DenseNet-201 y VGG-19) coincidieron en que las mordeduras pertenecían con alta probabilidad a leopardos, con niveles de confianza superiores al 95 %.
Estos resultados contradicen la hipótesis tradicional que presentaba al Homo habilis como un cazador dominante. En realidad, parece que todavía formaba parte del menú de los grandes carnívoros africanos.
De depredador a presa: una historia al revés
Los científicos explican que si el Homo habilis hubiera sido un cazador consolidado, sus huesos deberían mostrar marcas de carroñeros —como hienas—, que fragmentan los huesos al alimentarse. Sin embargo, las huellas encontradas son más finas y superficiales, típicas de los felinos.
Esto indica que el Homo habilis aún no había logrado invertir la relación con los depredadores.
Según la investigadora Marina Vegara, coautora del estudio, “este descubrimiento nos permite entender mejor la relación entre homininos y carnívoros en un momento clave de la evolución. Todo apunta a que nuestros antepasados más antiguos todavía tenían que escapar de los grandes gatos”.
El verdadero cazador pudo ser el Homo erectus
Los hallazgos también refuerzan la idea de que fue el Homo erectus, una especie más avanzada y plenamente adaptada a la vida terrestre, quien dio el gran salto hacia la caza activa y el consumo sistemático de carne.
En los mismos estratos de la Garganta de Olduvai se han encontrado restos de ambas especies, lo que sugiere que coexistieron durante un tiempo. Es posible, por tanto, que mientras el Homo erectus ya desarrollaba estrategias de caza y cooperación, el Homo habilis todavía dependía de la recolección y la oportunidad, viviendo con el constante riesgo de ser cazado.
Lo que revela sobre la evolución humana
Si este hallazgo se confirma, podría cambiar la cronología de uno de los mayores hitos de la evolución humana: el paso de ser presa a convertirse en depredador. Este cambio fue esencial para el desarrollo del cerebro, la cooperación social y el uso de herramientas.
El estudio también demuestra el valor de las nuevas tecnologías en la arqueología. Gracias a la inteligencia artificial, los investigadores pueden ahora identificar con gran precisión qué tipo de animal dejó ciertas marcas en los huesos fósiles, algo impensable hace solo unos años.
El próximo paso será ampliar la base de datos y comparar resultados en otros yacimientos africanos. Así se espera entender mejor cuándo y cómo surgió el comportamiento carnívoro que caracterizó a los primeros humanos.
Una historia más compleja (y más fascinante)
El descubrimiento no simplifica la historia de nuestros orígenes; al contrario, la vuelve más rica y llena de matices. La transición hacia la carnivoría humana no fue un salto repentino, sino un proceso gradual con distintos riesgos y estrategias.








