Francisco Pradilla y Ortiz inmortalizó el dolor de Juana la Loca, una obra cumbre del romanticismo histórico español
Madrid | 6 de noviembre de 2026
Por Redacción Guadared
El Museo Nacional del Prado recuerda hoy la figura de Francisco Pradilla y Ortiz (Villanueva de Gállego, Zaragoza, 1848 – Madrid, 1921), uno de los grandes maestros del realismo histórico español, en el aniversario del nacimiento de Juana I de Castilla, más conocida como Juana la Loca. Su célebre lienzo Juana la Loca (1877) se ha consolidado como una de las pinturas más representativas del siglo XIX y una joya indiscutible de la colección del Prado.

Con tan solo veintinueve años, Pradilla alcanzó fama internacional al presentar esta obra monumental —un óleo sobre lienzo de 340 por 500 centímetros— que narra uno de los episodios más conmovedores de la historia de España: el velatorio de Felipe el Hermoso, esposo de la reina Juana, durante su traslado desde Burgos hasta Tordesillas.
La pintura, concebida en Roma como parte de su pensionado en la Academia de España, fue aclamada en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1878, donde su tratamiento dramático de la luz, la composición escenográfica y la hondura emocional marcaron un antes y un después en la pintura histórica española.
Una visión romántica de la locura y el amor
En la escena, la reina aparece erguida, vestida de luto, inmóvil ante el féretro de su esposo. Su mirada perdida, su vientre gestante y las alianzas que sostiene con delicadeza simbolizan la unión entre amor, locura y desolación. Pradilla logra captar con maestría la tensión emocional del momento, reforzada por un paisaje gélido y un cielo encapotado que acentúan el dramatismo de la composición.
A través de su dominio del espacio, el ritmo y la atmósfera, el artista convierte el episodio en una auténtica tragedia romántica, en la que se entrelazan la pasión, los celos y la devoción. Este enfoque hizo de Juana la Loca un referente del llamado “estilo Pradilla”, caracterizado por un realismo vigoroso y una ejecución libre y expresiva.
Un legado eterno en el Museo del Prado
Desde su adquisición en 1879, la obra ha pasado por distintas instituciones —entre ellas, el Museo de Arte Moderno y el Museo Español de Arte Contemporáneo— hasta su regreso definitivo al Prado, donde hoy ocupa un lugar destacado en la Sala 75.
Con motivo de esta efeméride, el museo invita a redescubrir la figura de Francisco Pradilla, discípulo del escenógrafo Mariano Pescador, que supo trasladar al lienzo la teatralidad del escenario y la emoción humana con una técnica depurada y profundamente personal.
Juana I de Castilla (1479–1555)
Toledo, 6 de noviembre de 1479 – Tordesillas, 12 de abril de 1555
Juana I de Castilla, conocida por la historia como Juana la Loca, fue la tercera hija de los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón. Nació el mismo año en que su padre se convirtió en rey de Aragón, símbolo del inicio de la unificación de los reinos peninsulares.
Educada en la corte más culta de la Europa del momento, recibió formación humanista junto a figuras como Lucio Marineo Sículo y Pedro Mártir de Anglería. De niña presenció acontecimientos decisivos, como la toma de Granada en 1492 y la llegada de Cristóbal Colón con la noticia del descubrimiento de América.
Con apenas diecisiete años, Juana fue enviada a Flandes para contraer matrimonio con Felipe el Hermoso, archiduque de Austria. Entre ambos nació una intensa pasión que pronto se tornó tormentosa, marcada por los celos y las ausencias. Desde Bruselas, la joven pareja estableció una corte brillante y cosmopolita, de la que nacerían varios hijos, entre ellos el futuro emperador Carlos V.
El destino de Juana cambió drásticamente tras la muerte de sus hermanos mayores y del heredero de Portugal, lo que la convirtió en princesa de Asturias y sucesora del trono castellano. Sin embargo, la muerte prematura de Felipe el Hermoso en 1506 la sumió en una profunda crisis emocional. Su negativa a separarse del féretro de su esposo y su errático comportamiento durante el traslado del cuerpo por Castilla consolidaron su leyenda como “la loca”.
Confinada primero por su padre, Fernando el Católico, y más tarde por su hijo Carlos V, Juana pasó casi medio siglo recluida en el Palacio Real de Tordesillas, acompañada durante años por su hija Catalina. Allí vivió en soledad hasta su muerte en 1555, a los 75 años.
A pesar del mito que la rodea, los historiadores coinciden en que Juana fue víctima de las intrigas políticas de su tiempo, una mujer sensible e instruida cuya figura simboliza la fragilidad del poder en una época dominada por los hombres.








