En un mundo donde el turismo tradicional comparte espacio con una creciente fascinación por lo oscuro y lo trágico, el investigador Óscar Navajas de la Universidad de Alcalá de Henares ha desentrañado los motivos detrás del auge del llamado turismo oscuro. Lugares como Chernóbil o Auschwitz, antaño símbolos de tragedia y muerte, hoy atraen a multitudes ávidas por experimentar emociones intensas y confrontar la historia.
El interés humano por la tragedia no es nuevo. Desde los tiempos de los torneos de gladiadores en Roma hasta las ejecuciones públicas en la Inglaterra del siglo XVII, la sociedad ha mostrado una curiosidad morbosa por el dolor y la muerte. Sin embargo, en la era moderna, este fenómeno ha evolucionado y se ha comercializado, gracias en parte a la influencia del cine y las series que han popularizado destinos siniestros.
Navajas señala que el turismo oscuro abarca una amplia gama de destinos, desde campos de concentración hasta escenarios de catástrofes naturales o provocadas por el hombre. La experiencia va más allá del mero entretenimiento; ofrece a los visitantes la oportunidad de enfrentarse cara a cara con la historia y experimentar una gama de emociones, desde la tristeza hasta la resistencia y el perdón.
Si bien el turismo oscuro puede generar ingresos para estos lugares y contribuir a la preservación del patrimonio histórico, plantea serias preguntas éticas. ¿Es apropiado comercializar el sufrimiento humano? Navajas advierte sobre el peligro de convertir lugares de tragedia en meros parques temáticos, instando a un enfoque más educativo y reflexivo.
Con el crecimiento continuo de esta industria, se espera que el turismo oscuro alcance cifras significativas en los próximos años, con destinos como Estados Unidos, Canadá, Singapur, China e India liderando el camino. Sin embargo, el desafío radica en garantizar que estos espacios se utilicen no solo como atracciones turísticas, sino como herramientas para promover la empatía, la comprensión y el respeto por los derechos humanos.
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