Martín Caparrós recoge el XIII Premio de Periodismo Cátedra Manu Leguineche: un homenaje a la verdad en tiempos inciertos
Brihuega, 17 de junio de 2025
Entre los muros centenarios de la Antigua Real Fábrica de Paños de Brihuega, el periodista y escritor Martín Caparrós recibió este lunes el XIII Premio de Periodismo ‘Cátedra Manu Leguineche’, en un acto cargado de emoción, memoria y defensa del oficio como herramienta para sostener la verdad frente al avance de las fake news y la deshumanización digital.
“Yo leía con envidia a Manu Leguineche hace casi cincuenta años, cuando tenía veinte y él viajaba allí donde se escribía la historia”, confesó Caparrós durante su intervención, en la que evocó la figura del maestro y reivindicó el periodismo comprometido con las historias reales, sin más bandera que la honestidad narrativa.
El evento, que reunió a representantes institucionales, académicos y profesionales de la comunicación, se convirtió en un alegato coral a favor del periodismo ético. Un periodismo que no se entrega ni a la prisa ni a la posverdad, sino que mira de frente, como hacía Leguineche, como hace Caparrós. Como hacen —o hicieron— Lydia Cacho, Javier Espinosa, Pilar Bonet o Gervasio Sánchez, nombres inscritos en la trinchera común de los premiados en ediciones anteriores.
El periodismo como resistencia
“El conocimiento del pasado cambia la percepción del presente”, recordó Caparrós, convencido de que contar historias es también una forma de resistir el olvido.
En un discurso sereno y lúcido, lamentó que las nuevas generaciones desconozcan el país de sus abuelos, y por tanto, no valoren lo suficiente los logros alcanzados: la educación universal, una sanidad pública funcional, la libertad de expresión y unos servicios públicos que, a pesar de sus grietas, se mantienen como pilares de la democracia.
Pero no fue una llamada a la complacencia. Al contrario. Para el autor de El hambre, la crítica constante es lo que ha hecho posible esa evolución.
“Cuando la crítica se ejerce sin miedo y sin descanso, construye realidades como esta”, dijo, estableciendo un claro vínculo entre progreso social y periodismo libre.
Un legado de valentía
Guillermo Altares, redactor jefe de Cultura de El País, fue el encargado de glosar la figura del premiado. En sus palabras, encontró paralelismos entre Caparrós y Leguineche: su coraje ante la adversidad —uno frente al cáncer y la degeneración neurológica; el otro, ante la ELA—, su perseverancia y su firmeza ética. Ambos, dijo, pertenecen a esa estirpe de reporteros que saben que su única lealtad es con el lector y con los hechos.
“Contar bien una historia, sin faltar a la verdad, puede parecer cínico. Pero es lo que hay”, remató.
Miguel Ángel Noceda, presidente de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España, insistió en esa misma línea:
“Caparrós representa ese periodismo de verdad, el que va, pregunta y observa sin filtros ideológicos, el que combate la distorsión y no se arrodilla ante los algoritmos”.
Un vínculo con la Universidad de Alcalá
Además del reconocimiento institucional, dotado con 8.000 euros, el premio supone también la incorporación de Martín Caparrós como profesor honorífico de la Universidad de Alcalá. Un vínculo académico que, según el rector José Vicente Saz, puede ser el germen de nuevas búsquedas, clases magistrales y proyectos compartidos entre el autor argentino y la comunidad universitaria.
La ceremonia también rindió homenaje a los periodistas freelance que cubren conflictos y crisis humanitarias, en un gesto de visibilización hacia quienes ejercen su labor en condiciones de máxima vulnerabilidad.
Una trinchera que no se abandona
El acto, abierto por el alcalde de Brihuega, Luis Viejo, y cerrado por los presidentes de la Diputación de Guadalajara, José Luis Vega, y de las Cortes de Castilla-La Mancha, Pablo Bellido, se consolidó como un canto a la resistencia moral del periodismo. Esa que no se rinde ante el cinismo, que no acepta la mentira como parte del juego. La que, como recordó Caparrós, convierte cada historia bien contada en un acto de justicia.
Porque, en tiempos de ruido, contar lo que sucede con precisión y con alma no es solo un oficio: es una necesidad democrática.
