Al oeste de la provincia de Guadalajara, ya lindando con la de Madrid, entre las llanuras de la Campiña al sur y los picos de la Sierra Norte de Guadalajara al norte, una franja de intenso color rojo y varios kilómetros atraviesa y agrieta la tierra de oeste a este, desde el río Lozoya hasta el Sorbe.
La arcilla roja del suelo, arrugada por el efecto de la lluvia y el viento, forma grandes cortes en la tierra, un socavón laberíntico de filones de rocas que a modo de estalactitas sobresalen de la tierra.
El más llamativo y visitado de la zona es el conocido como Cárcavas del Pontón de la Oliva, en el término de Alpedrete de la Sierra.
El Valle de la Muerte. Marte. Hay muchas comparaciones. Es, efectivamente, un paisaje de película y uno de los paisajes más espectaculares de la región.
Técnicamente, el efecto por el que se crean estas cárcavas se conoce como erosión remontante o regresiva: aquí, el arroyo de la Lastra va erosionando el interior de su cauce haciendo más grande la cuenca y más altos los farallones que sobresalen.
El acceso a las cárcavas se realiza a pie desde la presa de El Pontón de la Oliva en una ruta corta y lineal de 4 km, aunque cuesta arriba y con las cárcavas siempre a la vista. Para los más exigentes, hay una ruta circular de unos 12 km (3 horas).
El inicio de la ruta es la presa del Pontón de la Oliva, donde se estaciona el coche.
Construido en 1857, el Pontón de la Oliva se considera el sistema de canalizaciones y presas más antiguo del Canal de Isabel II (el que abastece la ciudad de Madrid). Lleva mucho tiempo en desuso, pero es una obra hidráulica espectacular, y tiene el aliciente de hallarse en un hermoso entorno natural. Estamos literalmente entre Madrid y Guadalajara: la presa separa las dos provincias.
El recorrido va por la vieja carretera de la presa (sentido noreste), en ligero ascenso, hasta que la abandonamos por un camino de tierra a la derecha.
Desde aquí la senda es siempre evidente, aunque no está señalizado. Son dos tramos de exigente subida con un descanso en el medio. Al regresar, cuesta abajo, hay que tener cuidado con los resbalones al ser un terreno de arena.
Tras 1 hora aproximada de camino, llegamos a nuestro destino. Las cárcavas ocupan un perímetro de 800 metros y un desnivel de sesenta metros. Desde aquí arriba nos permitirá tomar estupendas fotos para el recuerdo.
Podemos dar la vuelta casi completa hasta llegar al extremo superior y ver las Cárcavas del Pontón de la Oliva desde el punto más alto. En los días claros incluso se ve Madrid, parte de la Sierra de Guadarrama, la Sierra Norte de Madrid y toda la vega del Jarama.
Es un paraje sobrecogedor, bello y curioso de cuya visita podremos presumir a nuestro regreso. El acceso a Las Carcavas del Pontón de la Oliva es fácil y está señalizado. Hay varios senderos y miradores que permiten disfrutar de estas formaciones desde diferentes perspectivas.
Sin embargo, es importante recordar que Las Cárcavas del Pontón de la Oliva son un espacio natural protegido, por lo que es fundamental respetar el entorno y no dañar las formaciones geológicas ni la flora y fauna que habita en la zona. Además, es importante llevar siempre consigo todo lo necesario para no dejar huella en el medio ambiente.
Son un espectáculo de la naturaleza que merece la pena ser visitado. Su belleza y singularidad hacen de ellas un lugar perfecto para aquellos que quieran disfrutar de la naturaleza y de las formaciones geológicas más espectaculares.
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