Con la llegada del buen tiempo, junio se convierte en el mes estrella para descubrir, celebrar y enamorarse (otra vez) de los rincones más auténticos de la provincia de Guadalajara.
Llega el mes de junio con muchas propuestas para disfrutar de la provincia de Guadalajara, declaradas de interés turístico provincial
No hablamos solo de paisajes o patrimonio, sino de una explosión de cultura, historia viva y tradiciones que siguen latiendo con fuerza.
Historia, fe y folclore: un recorrido por el alma de Guadalajara
Llega el mes de junio con muchas propuestas para disfrutar de la provincia de Guadalajara, declaradas de interés turístico provincial, y la agenda promete experiencias inolvidables para todos los gustos.
El viaje arranca el 8 de junio en Atienza con La Caballada, una de las celebraciones más singulares de Castilla-La Mancha. Esta fiesta, que hunde sus raíces en la Edad Media, conmemora la defensa de los fueros de la villa con una impresionante cabalgata, vestimenta tradicional y actos religiosos que transportan al visitante a otra época.
La Caballada de Atienza: la memoria que cabalga
En Atienza, hay un domingo que no se parece a ningún otro. Cada Pentecostés, el pueblo se despierta al galope del recuerdo, cuando las calles vuelven a contar una historia que ocurrió hace más de ocho siglos, en los días convulsos de un reino dividido.
Corría el año 1162. Castilla estaba en manos de un niño, Alfonso VIII, y León veía en su fragilidad la oportunidad de dominar. Mientras las alianzas nobles se tensaban entre los Castro y los Lara, fueron estos últimos quienes, fieles al pequeño monarca, lo condujeron hasta Atienza para protegerlo. Cercada la villa por tropas leonesas, fue entonces cuando los arrieros del pueblo idearon un ardid que cambiaría el curso de la historia: disfrazaron su huida como una romería a la ermita de la Virgen de la Estrella. Mientras la atención del enemigo se dirigía al cortejo, unos pocos jinetes se escabulleron con el joven rey rumbo a Ávila. Aquel gesto salvó la independencia del trono castellano.
Desde entonces, La Caballada no ha dejado de celebrarse.
Nació del valor y la astucia, y sigue viva gracias a la Cofradía de la Santísima Trinidad, heredera directa de aquellos arrieros.
Hoy como ayer, sus miembros siguen reuniéndose cada domingo de Pentecostés, vestidos de forma tradicional, a caballo, en procesión hasta la ermita, y en torno a una mesa donde se respeta el rito, la palabra y el compromiso.
Pero no todo se reduce a ese día. En torno a la fiesta florecen otras citas que completan el calendario: el Sábado de las Siete Tortillas, con su merienda de tortillas variadas en la ermita; las jornadas gastronómicas del mes de mayo; la Pequecaballada, pensada para acercar la historia a los más pequeños; el concurso de fotografía que capta el alma del momento; o la música castellana que suena cada víspera en la plaza del Trigo, donde vecinos y visitantes comparten tortilla, chorizo y vino.
Aun así, el verdadero corazón de la celebración late en el domingo de Pentecostés, cuando los caballos cruzan de nuevo las calles, las voces recitan los nombres de quienes fueron antes, y todo Atienza recuerda que un día su gente salvó a un rey.
Porque aquí, la historia no se guarda en libros: se honra con pasos, gestos y memoria.
La emoción continúa entre los días 20, 21 y 22 de junio, cuando Molina de Aragón se transforma en crisol cultural con la Feria de la Convivencia de las Tres Culturas, un homenaje vivo a la herencia judía, cristiana y musulmana que marcó el carácter de esta tierra. Música, teatro, talleres, mercado artesano y gastronomía convierten las calles del casco histórico en un vibrante escenario de convivencia.
Molina de Aragón se viste de historia: la Feria de las Tres Culturas
Cada tercer fin de semana de junio, Molina de Aragón vuelve a ser lo que un día fue: un lugar de encuentro entre culturas, un cruce de caminos donde convivieron judíos, cristianos y musulmanes. Durante unos días, su casco antiguo se transforma por completo, y en sus calles resuenan los ecos de la Edad Media. Así es la Feria Medieval de la Convivencia de las Tres Culturas, una celebración con alma propia que se ha ganado el cariño de toda la comarca.
Inspirada en el Cantar del Mío Cid, la feria recrea episodios de la historia del legendario Rodrigo Díaz de Vivar y su vínculo con el rey moro Abengalbón, figura clave en el Poema. En torno a esta narrativa, el barrio viejo de Molina se convierte en un escenario abierto donde cada rincón cuenta una historia.
El corazón de la feria es su mercado medieval, donde se mezclan los aromas del pan de horno, las especias, la cera, el cuero y el vino. Los puestos —de alimentos, vestuario, objetos decorativos o productos artesanales— ofrecen lo más representativo de la tradición local y regional. Todo ello en un entorno cuidado, decorado con telas, estandartes y detalles que envuelven al visitante en otra época.
A lo largo del día, el ambiente cobra vida con juglares, músicos, danzantes, adivinadoras y pícaros, que recorren las calles llenándolas de ritmo, humor y leyendas. También hay espacio para los oficios antiguos, rescatados con mimo por la Escuela de Folclore de la Diputación de Guadalajara, que muestra cómo se trabajaba el hierro, la madera o el barro siglos atrás.
En Molina, durante unos días, el pasado no se recuerda: se respira.
Desde su inicio en 1998, la feria no ha dejado de crecer. Año tras año, reúne a más público, atraído por el ambiente auténtico, el cariño con el que se organiza y el valor de una propuesta que combina cultura, entretenimiento y memoria. Más que un evento turístico, se ha convertido en una cita imprescindible para quienes quieren vivir la historia de forma cercana y emocionante.
El 21 de junio, víspera de San Juan, Jadraque propone un plan irresistible: una Cena Medieval bajo las estrellas, seguida de las tradicionales Hogueras de San Juan, donde fuego y fiesta se unen en una noche mágica para dar la bienvenida al solsticio.
San Juan en Jadraque: fuego, historia y madrugada
Cuando se acerca la noche más corta del año, Jadraque se transforma. El Castillo del Cid, testigo de siglos, se convierte en el corazón de una fiesta que combina fuego, historia y emoción compartida. Son las Hogueras de San Juan, una tradición recuperada por los vecinos en 1988 y que, desde entonces, crece con fuerza renovada cada mes de junio.
La cita tiene lugar el sábado más próximo a San Juan. Al caer la tarde, el interior de la fortaleza comienza a llenarse de vida. Hombres, mujeres y niños, vestidos con trajes medievales, se sientan en largas mesas dispuestas entre murallas centenarias. La cena, con aires de otra época, transcurre al ritmo de dulzainas y voces que se mezclan bajo los estandartes que ondean en lo alto.
Cuando el reloj marca la medianoche, las hogueras prenden y el ambiente cambia. El fuego ilumina los rostros, y quienes se atreven, saltan las llamas, como gesto de paso y de renacimiento, en un ritual antiguo que despide la oscuridad y celebra la llegada del verano. La noche se alarga hasta el amanecer, cuando el calor de unas tazas de chocolate con churros reúne de nuevo a todos, ya con el cielo clareando sobre el castillo.
No falta el momento solemne: el premio Don Rodrigo y Doña Jimena, que reconoce a quienes encarnan los valores de esfuerzo, entrega y amor por la tierra. A ellos se les entrega una espada Tizona, símbolo de legado y respeto. La cena fue también merecedora del Premio Álvar Fáñez en 2015, en reconocimiento a su papel en la difusión del Camino del Cid, del que Jadraque forma parte.
Organizada por la Asociación Cultural Reconquista, con la colaboración del Ayuntamiento de Jadraque y entidades locales, esta celebración no es solo una fiesta: es una forma de hacer pueblo, de mirar al pasado con orgullo y de vivir la noche de San Juan como un encuentro único, donde la llama que arde en las hogueras es también la de la memoria y la tradición.
El 22 de junio: un domingo para marcar en el calendario
El 22 de junio se presenta como el día grande en esta agenda de celebraciones. Hasta cinco municipios se llenan de vida, color y espiritualidad con festejos únicos:
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En Almonacid de Zorita, el Corpus Christi luce en todo su esplendor con un espectacular alfombrado de calles, realizado con flores y serrín teñido por los vecinos en una muestra de arte efímero que deja sin palabras.
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En Guadalajara capital, la solemnidad cobra protagonismo con la Procesión del Corpus y el desfile de los apóstoles, una tradición que mezcla devoción, historia y belleza visual.
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Mientras, en Utande, la fe y el teatro se funden en la Loa y las danzas de San Acacio, con representación popular y coreografías ancestrales.
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La elegante Sigüenza tampoco se queda atrás y engalana sus calles con los Arcos de San Juan y las sanjuaneras, una de las manifestaciones más coloridas y alegres de su calendario.
Final de mes: emociones fuertes en cada rincón
La recta final de junio tampoco da tregua a los amantes de las tradiciones con eventos que merecen una escapada.
Del 27 al 29 de junio, la villa ducal de Pastrana celebra su esperado Festival Ducal, una experiencia inmersiva que revive el Siglo de Oro con desfiles históricos, conciertos, visitas teatralizadas y un ambiente renacentista que conquista a todos los públicos.
Festival Ducal de Pastrana: cuando el tiempo se detiene
Cada verano, Pastrana se quita el siglo de encima y se viste de historia. Durante unos días, sus calles empedradas vuelven a latir al ritmo del Siglo de Oro, en un homenaje colectivo que transforma la villa en un escenario vivo, donde la memoria se representa con música, luz y palabra.
El Festival Ducal, nacido en 2001, no es solo un evento cultural: es un regreso. La nobleza del XVI y XVII se pasea de nuevo por sus plazas; Ana de Mendoza, la princesa de Éboli, aparece junto a su esposo Ruy Gómez de Silva; y las siluetas de Santa Teresa y San Juan de la Cruz cruzan entre bastidores de piedra y balcones enramados. También el propio Felipe II recorre la villa, envuelto en la solemnidad del poder y el eco de los coros de la colegiata.
Durante el festival, Pastrana se entrega por completo. Se levantan escenarios en rincones con siglos de historia, se representan episodios de la vida cortesana y religiosa, se escuchan las notas del órgano entre los muros de la colegiata, se organizan banquetes, conferencias, títeres y mercados. Y entre todos estos actos, brilla con fuerza el gran desfile de trajes históricos: una comitiva de reyes, damas, clérigos, músicos y aldeanos recorre la villa en un cortejo que parece arrancado de un cuadro antiguo. Cada vestimenta ha sido creada en Pastrana, hilo a hilo, por las manos de vecinos y de la Asociación de Damas y Caballeros, que cuidan cada pliegue como si la historia pudiera bordarse.
Durante esos días, Pastrana no interpreta su pasado, lo habita.
El presente se hace a un lado y todo cobra otro ritmo. No hay artificio, solo una fidelidad hermosa al recuerdo, una voluntad de permanecer. El aire huele a historia viva y a orgullo compartido. Y el visitante, sin proponérselo, se convierte también en parte de la escena.
El 28 de junio, Alcocer rinde homenaje a sus mujeres con la emotiva y colorida Fiesta de las Mayordomas, una tradición que pone en valor el papel de la mujer en la vida comunitaria y religiosa del pueblo.
Las Mayordomas de Alcocer: memoria de coraje y flores
En Alcocer, cada año, las cintas, las flores y la música popular reviven una historia que nace del coraje. Es la Fiesta de las Mayordomas, una celebración que honra el gesto audaz de las mujeres del pueblo que, hace siglos, defendieron su tierra cuando los hombres estaban en el frente, luchando contra las invasiones del sur.
Cuenta la tradición que, en pleno siglo XI, las tropas enemigas se acercaban al municipio. Sin armas, sin ejército, pero con ingenio y orgullo, un grupo de mujeres se engalanó con cintas de colores, collares y adornos, y con una mezcla de valor y teatralidad lograron sembrar el desconcierto entre las tropas moras, que huyeron creyendo ver algo más que un pueblo vacío.
Desde entonces, este hecho se recuerda cada verano con una fiesta que llena de vida la Plaza Mayor. Las Mayordomas, vestidas con sus mejores galas, se reúnen para acompañar a su patrona, la Virgen del Tremedal, en una procesión que recorre las calles de Alcocer tras la Misa Mayor. Las dulzainas de Los Julianes marcan el ritmo de la jornada, y la alegría se extiende hasta la merienda, donde no faltan los dulces caseros, la limonada y la tradicional garnacha.
Es una fiesta que no necesita artificios: basta con la fuerza de una historia compartida, con la luz de las miradas que se cruzan entre generaciones, y con ese gesto sencillo de recordar que, un día, la valentía tuvo nombre de mujer.
Danzas tradicionales y devoción serrana: Valverde y Molina de Aragón cierran junio con alma y paisaje
Finalmente, el 29 de junio, dos propuestas ponen el broche de oro a este mes lleno de alma y legado. Por un lado, en Valverde de los Arroyos, se celebran las tradicionales Danzas de la Octava del Corpus, una joya del folclore serrano que combina fuerza, ritmo y devoción. Por otro, Molina de Aragón vuelve a brillar con las Danzas y loa a la Virgen de la Hoz, en su espectacular santuario enclavado entre cañones naturales, uno de los paisajes más imponentes de la provincia.
Video: Restaurante Marisquería Rafa
Tradición, emoción y mucho que celebrar
Así se presenta junio en Guadalajara: un mes para recorrer la provincia con calma, dejarse llevar por la emoción de lo cercano y participar en celebraciones que hablan de lo que fuimos y de lo que somos. Cada fiesta es un reflejo del alma de un pueblo, una herencia viva que se transmite de generación en generación.
Desde GuadaRed, periódico digital de la provincia, te invitamos a descubrir cada rincón, cada tradición y cada historia que hace de Guadalajara un lugar único.
¿Estás listo para sumergirte en el corazón festivo de Guadalajara?
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