El Parador Nacional de Molina de Aragón es el reflejo más evidente de la incompetencia y la falta de compromiso por parte de las administraciones. Han transcurrido 17 largos años desde que se presentó el proyecto inicial y, tras una interminable cadena de retrasos, promesas incumplidas y excusas, seguimos sin ver la apertura de una infraestructura que, más que un motor de desarrollo económico, se ha convertido en un símbolo del despilfarro y la dejadez gubernamental.
¿Cómo es posible que, después de tanto tiempo y tanto dinero invertido, una simple tormenta ponga en jaque la inauguración de un parador nacional?
Las recientes lluvias torrenciales y el granizo han dejado al descubierto las graves deficiencias en la construcción. Estamos hablando de una inversión que supera los 9,7 millones de euros, y que no ha sido capaz de resistir las inclemencias del tiempo. Es indignante ver cómo una infraestructura nueva, que debía ser un emblema de progreso para la comarca, no aguanta una tormenta. Las imágenes de las goteras y los daños estructurales son un fiel reflejo de la chapuza que se ha hecho. No se nos debe olvidar que todo ese dinero no cae del cielo y por arte del “birlibirloque”. Ese dinero es de todos nosotros, de cada ciudadano que, con sus impuestos, está contribuyendo a un supuesto desarrollo.
No solo es un problema técnico, es un fallo de gestión
La empresa adjudicataria, la administración regional y el Gobierno nacional, todos han fallado. Se supone que este proyecto debería haber sido un punto de inflexión para Molina de Aragón, una comarca que lleva décadas necesitando inversiones serias para revitalizar su economía. En lugar de eso, lo que ha quedado es una infraestructura a medio hacer, que se cae a pedazos antes incluso de ser inaugurada. Es difícil entender cómo se ha llegado a este punto después de 17 años de espera. A esto hay que sumarle el drama de los puestos de trabajo. Se había prometido la creación de entre 20 y 30 empleos directos, más otros tantos indirectos, algo que supondría un respiro para la economía local. Pero aquí estamos, en las puertas de 2025, y esos empleos siguen siendo una promesa vacía.
Cada año que pasa, el desempleo y la despoblación aumentan en Molina de Aragón y su comarca. ¿Cuántos más tendrán que esperar para ver resultados tangibles de una obra que debió haberse concluido hace tiempo?
Las promesas de que el parador abriría sus puertas en 2023 se han desmoronado, como el propio edificio ante la tormenta. Es especialmente doloroso si tenemos en cuenta el contexto histórico que rodea este proyecto. El incendio de 2005 en Riba de Saelices, que devastó más de 13.000 hectáreas de monte y costó la vida a once personas, fue el catalizador de la promesa de reconstrucción y revitalización de la zona. Se suponía que el parador era una de las formas de honrar la memoria de las víctimas y devolver algo de esperanza a la región. Pero lo que ha ocurrido es una bofetada en la cara de aquellos que esperaban un cambio real. Es más, en ningún momento se ha hecho un mero reconocimiento a esa catástrofe de 2005 por parte de todos los asistentes a la entrega de llaves del parador. Cuando se dice que poca memoria tenemos, una vez más lo podemos comprobar.
El Parador de Molina de Aragón debía ser un símbolo de superación, de reconstrucción tras una tragedia. Sin embargo, lo que estamos viendo es una farsa interminable de excusas, retrasos y negligencia. El PSOE, tanto a nivel local, regional como nacional, ha fallado estrepitosamente. La senadora del PP, María Patricio, lo calificó de “deplorable”, y tiene toda la razón.
¿Cómo puede ser que en pleno 2024, después de tanto dinero invertido, lo único que tengamos sea un parador que se inunda y una fecha de apertura que sigue siendo una incógnita?
La DANA de septiembre de 2024 ha sido el golpe de gracia a un proyecto que ya venía lastrado por el desinterés y la falta de previsión. Mercedes Gómez, subdelegada del Gobierno, prometió que el parador abriría “con toda seguridad” en 2023, permítanme que me ría viendo lo que ha acontecido. Ahora, con los daños ocasionados por la tormenta, ¿qué dirán desde el Gobierno? ¿Más promesas vacías? ¿Más fechas que no se cumplirán? La falta de compromiso con Molina de Aragón es palpable y, lo que es peor, la falta de respeto hacia sus ciudadanos, que llevamos décadas soportando el abandono institucional.
Lo que ocurrió en Molina de Aragón no es solo un problema local. Es el reflejo de una gestión pública ineficiente que se repite en todo el país.
¿Cuánto más vamos a seguir tolerando esta incompetencia?
No es solo una cuestión de plazos o dinero. Es una cuestión de dignidad, de responsabilidad hacia una región que ha sufrido demasiado. Es hora de que el Gobierno, tanto regional como nacional, asuma su responsabilidad. Ya basta de promesas incumplidas, de proyectos que nunca se terminan y de infraestructuras mal hechas. Molina de Aragón no puede esperar más. Sus ciudadanos merecemos algo mejor que esta farsa que, tras casi dos décadas, sigue sin dar frutos. Es una vergüenza que, después de 17 años, el Parador siga sin abrir, y lo peor es que ni siquiera tenemos la certeza de que lo haga en el futuro cercano.
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