Hacer frente a los problemas de despoblación en la España rural requiere mirar más allá de los “sospechosos habituales” y comenzar a entender mejor su interacción con el cambio climático. Gran parte del territorio rural está expuesto simultáneamente a problemas de despoblación y de aridez. Estos dos problemas “no solamente coexisten, sino que, además, interactúan”, incide el estudio.
El abandono de las actividades agropecuarias extensivas y forestales aumenta la sensibilidad del territorio a los impactos del cambio climático; y dejar desatendidos los pastos y bosques contribuye a la erosión de los suelos y aumenta su vulnerabilidad a la desertificación, a la homogeneización del paisaje y a los incendios.
De un modo similar, no todas las soluciones de desarrollo rural son necesariamente deseables desde un punto de vista ambiental. “La intensificación agropecuaria (como las macrogranjas de cerdos), por ejemplo, puede contribuir al desarrollo económico, pero también hace aumentar el riesgo de sobreexplotación y de contaminación de los recursos hídricos, disminuyendo así la resiliencia del territorio y de su población a periodos de sequía”, concluye el estudio.