Artículo de Opinión: Francisco Larrad
La Comisión Europea ha destacado a Castilla-La Mancha como ejemplo de aplicación de medidas contra la despoblación, pero ¿cómo pueden hablar de desarrollo cuando los pueblos siguen abandonados? ¿Han pasado los políticos un solo día entre semana en la España rural para comprobar la realidad? Es alucinante cómo llenan titulares con palabras vacías mientras los problemas estructurales persisten: falta de servicios públicos, conectividad deficiente y ningún incentivo real para que los jóvenes se queden. La España rural sigue desangrándose, sin oportunidades ni expectativas de un futuro viable para quienes desean quedarse.
Querer vivir del turismo cuando los pueblos están olvidados es ilógico. No se puede construir un modelo de desarrollo basado en atraer visitantes si los propios residentes no tienen acceso a servicios esenciales. Hablan de medidas innovadoras mientras la sanidad rural se desmorona, las escuelas cierran por falta de alumnos y las infraestructuras siguen en ruinas. La brecha digital sigue sin cerrarse, y la llegada de internet de calidad es aún un espejismo en muchos municipios. Las conexiones de transporte brillan por su ausencia, y el aislamiento sigue siendo una barrera insalvable para la llegada de nuevas empresas y oportunidades.
Hasta que los políticos vivan una semana en un pueblo sin comitiva ni favores especiales, sin acceso inmediato a recursos que los habitantes llevan años esperando, seguirán sin entender la España vaciada que ellos mismos han contribuido a olvidar.
La realidad es que la España vaciada sigue estando vaciada, pese a las bonitas presentaciones en foros internacionales. “Somos referentes a nivel internacional en la lucha contra la despoblación”, dice el vicepresidente José Luis Martínez Guijarro, pero en la vida real los pueblos siguen muriendo. Los políticos presumen de leyes y estrategias, pero, ¿cuántos de ellos han intentado vivir en un pueblo con una población envejecida, sin médicos suficientes, sin farmacias, sin cobertura móvil estable? La falta de medidas reales para fomentar el empleo y la inversión productiva hace que, más allá de discursos vacíos, las familias sigan marchándose a las ciudades en busca de estabilidad.
Hablan de saldo migratorio positivo con 15.000 personas desde la aprobación de la Ley contra la Despoblación, pero ¿qué tipo de asentamiento es ese? ¿Son personas que realmente van a quedarse o simplemente datos inflados para vender un discurso? ¿Cuántas de estas personas han encontrado empleo estable y acceso a servicios básicos? Sin opciones laborales ni infraestructuras adecuadas, la llegada de nuevos residentes es solo temporal, un espejismo que no resuelve el problema de fondo.
La España rural no necesita chiringuitos políticos ni oficinas vacías que solo justifican fondos europeos. Se necesitan inversiones tangibles en educación, sanidad, transporte y empleo. ¿Dónde están las industrias que generen empleo estable? ¿Dónde están las inversiones en digitalización real, en acceso a la vivienda para los jóvenes, en incentivos reales para que las empresas se establezcan en estos municipios? Hasta que los políticos vivan una semana en un pueblo sin comitiva ni favores especiales, sin acceso inmediato a recursos que los habitantes llevan años esperando, seguirán sin entender la España vaciada que ellos mismos han contribuido a olvidar.
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