Guadalajara vuelve a arder. Y lo hace, una vez más, por el fuego… pero también por la falta de previsión, de responsabilidad política y de voluntad para actuar con diligencia. A día de hoy, el incendio forestal declarado en Peñalba de la Sierra el pasado 21 de septiembre ha arrasado más de 2.800 hectáreas de un espacio natural protegido, afectando al corazón del Parque Natural de la Sierra Norte. Lo que comenzó como un conato provocado por un rayo se ha convertido, por inacción y descoordinación, en uno de los mayores desastres ambientales recientes de la región. Y lo peor es que pudo evitarse.
Las críticas no son infundadas. Desde hace días, sindicatos y trabajadores del INFOCAM —el dispositivo regional de prevención y extinción de incendios— vienen alertando de la falta de medios, de formación y de planificación
Cinco días pasaron hasta que el Gobierno de Castilla-La Mancha pidió ayuda a la Unidad Militar de Emergencias (UME). Cinco días en los que los efectivos desplegados sobre el terreno eran claramente insuficientes. Cinco días durante los cuales el fuego creció sin freno mientras los responsables políticos minimizaban su alcance. Cinco días en los que la inacción se convirtió en negligencia institucional.
Lo más preocupante no es solo la extensión de la superficie calcinada, ni siquiera los daños ecológicos, que son irreparables en muchos casos. Lo que realmente alarma es la actitud de quienes deberían estar al frente de la gestión y protección de nuestros montes. La consejera de Desarrollo Sostenible, Mercedes Gómez, lejos de hacer autocrítica, ha optado por arremeter contra quienes han levantado la voz: sindicatos, brigadas forestales y organizaciones ecologistas.
“No tienen ni idea de cómo se apaga un incendio de alta montaña”, declaró este viernes, en una comparecencia institucional que será difícil de olvidar.
¿De verdad ese es el nivel de responsabilidad pública que se espera de una consejera? ¿Es aceptable que una representante institucional desprecie a quienes están denunciando las carencias del operativo y los recortes de personal? Su intervención no fue solo desafortunada: fue ofensiva y preocupante. Y es que cuando un cargo público, pagado con dinero de todos, elige el insulto en lugar de la explicación, se hace evidente que no tiene respuestas ni soluciones. Solo soberbia.
Guadalajara ardía y la Junta tenía al 70% de sus profesionales en casa.
Las críticas no son infundadas. Desde hace días, sindicatos y trabajadores del INFOCAM —el dispositivo regional de prevención y extinción de incendios— vienen alertando de la falta de medios, de formación y de planificación. El 21 de septiembre, cuando comenzó el incendio, solo se movilizaron 14 personas pertenecientes a las brigadas helitransportadas de Villares y Corduente y el único retén que quedaba en toda la provincia -el retén de Cogolludo. 14 personas para hacer frente a un incendio en alta montaña, en terreno abrupto, escarpado, sin acceso para vehículos, donde cada minuto cuenta.
¿Y por qué solo 14 personas? Porque muchos efectivos ya no estaban contratados. Porque en Castilla-La Mancha, al parecer, el calendario de incendios lo marca el calendario político y no la realidad climática. A pesar de las temperaturas anómalamente altas y de la vegetación extremadamente seca, el operativo se había reducido tras el supuesto “fin de campaña” del verano. A esa fecha, solo el 29% de la plantilla habitual estaba activa. Es decir, Guadalajara ardía y la Junta tenía al 70% de sus profesionales en casa.

La excusa ofrecida por la Consejería es tan frágil como indignante:
“No se puede abordar con medios terrestres”, dijo Gómez.
Pero no explicó por qué no se formó a más brigadas para actuar desde helicóptero. Tampoco explicó por qué retenes muy próximos al foco, como los de El Vado o Montes Claros, no fueron movilizados en las primeras horas, cuando aún se podía contener el fuego. Ni mencionó que muchos brigadistas no pueden volar porque no están habilitados. La falta de formación es estructural. Y, por tanto, responsabilidad directa del Gobierno regional.
Los bomberos forestales que sí estuvieron trabajando lo han contado, aunque algunos lo han hecho en voz baja por miedo a represalias: han caminado más de 23 kilómetros por montaña, en condiciones extremas, con una media de 120 pulsaciones por minuto, sin relevo, sin descanso, sin cobertura en muchos casos. Lo han hecho con una entrega ejemplar, pero sin el respaldo que merecen.
Mientras tanto, desde los despachos se lanzaban mensajes triunfalistas. El jefe del Servicio de Incendios en Guadalajara, Miguel Aguilar, aseguró el jueves que el incendio “evoluciona favorablemente” y que podría estar estabilizado el viernes. Hoy es domingo. El fuego sigue activo. Y las hectáreas quemadas ya superan ampliamente las previsiones de entonces. ¿Dónde está la rendición de cuentas?
Y mientras esto ocurría, el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, aparecía en la inauguración del alumbrado del castillo de Molina de Aragón. Un acto institucional, vistoso y políticamente agradecido. Pero profundamente fuera de lugar si tenemos en cuenta que, a pocos kilómetros, ardía un pulmón natural entero sin que se tomaran medidas contundentes. ¿Es esa la escala de prioridades del presidente regional?
No podemos olvidar tampoco el precedente. En La Riba de Saelices, en 2005, murieron once personas en un incendio. Entonces se prometieron medios, formación, inversión y prevención. Se dijo que no volvería a ocurrir algo así. Pero hoy, veinte años después, se repiten los mismos errores. ¿Qué se ha hecho realmente? ¿Qué se ha mejorado? La respuesta es desoladora: muy poco o nada.
Desde este artículo , y desde la responsabilidad que implica informar a la ciudadanía, no puedo sino expresar una profunda preocupación por la gestión política de esta crisis. Un Gobierno que presume de presupuesto en prevención —116 millones de euros, según sus propias cifras— pero que no tiene personal suficiente en septiembre, ni medios activos, ni formación adecuada para sus brigadas, no está cumpliendo su obligación. Presumir de medios sin efectivos sobre el terreno es vender humo. Literalmente.
Este incendio no solo ha quemado monte. También ha calcinado la confianza de muchos profesionales que llevan años advirtiendo de los peligros. Ha arrasado la credibilidad de una gestión que presume de “modernidad” pero carece de reflejos, previsión y humildad. Y ha puesto en evidencia que, en Castilla-La Mancha, el monte sigue sin importar lo suficiente hasta que es tarde.
Y ahora, cuando todo arde, callan. O, peor aún, atacan a quienes denuncian los errores. Esa es la política forestal que tenemos.
La situación exige algo más que notas de prensa. Exige explicaciones, dimisiones y un giro radical en la política de prevención. Porque si no aprendemos ahora, volverá a pasar. Y cada vez con consecuencias más devastadoras.
Hoy informamos, mañana transformamos. ¡Nos vemos en el próximo artículo!
Incendio Peñalba de la Sierra Guadalajara: lluvia da respiro pero fuego y política siguen activos
Veinte años después del fuego, la ceniza sigue en la gestión forestal
Incendio forestal en Peñalba de la Sierra | Evacuadas Peñalba y Cabida | INFOCAM activa nivel 2
Incendio en Peñalba de la Sierra 2025: CSIF critica la gestión y reducción de medios
Incendio forestal Peñalba de la Sierra 2025: gestión insuficiente y más de 700 hectáreas arrasadas








