La plaza de toros de Guadalajara abrió su feria con una tarde cargada de ambiente y afición. Con casi todo el aforo cubierto y un cartel de alto interés —formado por Alejandro Talavante, Borja Jiménez y Marco Pérez— el festejo inaugural se presentaba prometedor. Se lidiaron astados de El Capea y Carmen Lorenzo, aunque el toro que abría plaza fue devuelto y sustituido por un serio ejemplar de Gavira.
Talavante fue el encargado de romper el hielo, y lo hizo con un toro que le permitió lucirse a la verónica. El animal mostró nobleza y dio opciones, pero fue Borja Jiménez quien terminó conectando con más fuerza al hilvanar una faena de gran sensibilidad. A pesar de una estocada algo defectuosa, el público reconoció la entrega del sevillano con una calurosa ovación.
El momento cumbre de la tarde llegó con “Jabalí”, de Carmen Lorenzo. Jiménez sacó a relucir su mejor versión con una faena completa, profunda y de impecable ligazón. Toreó con soltura, empaque y personalidad, cerrando con una estocada en todo lo alto que le valió las dos orejas. Fue la primera gran explosión de la tarde, confirmando el gran estado de forma del torero. Cortando dos orejas tras un espadazo
Marco Pérez, por su parte, brindó su primer toro al periodista Carlos Herrera, lo que generó expectación. Sin embargo, “Botinero” se mostró deslucido y no facilitó el lucimiento del joven salmantino, que, aunque dejó destellos de calidad, no logró redondear. La espada, que cayó baja, le restó opciones.
El cuarto toro, “Bailador”, no se entregó nunca, y Talavante no tuvo más remedio que abreviar ante un animal sin transmisión. La faena, breve y sin brillo, dejó al público frío. Pero la tarde aún guardaba lo mejor: el segundo de Borja Jiménez, “Señorito”, fue recibido con verónicas templadas que encendieron la plaza. Con la muleta, el sevillano firmó una obra de arte, toreando despacio y con enorme verdad por ambos pitones. Solo el fallo con la espada le privó de otro trofeo. Aun así, salió entre ovaciones.
Marco Pérez cerró la tarde con “Saeto”, dejando algunos detalles valiosos, como un quite por chicuelinas que levantó al público. Sin embargo, su labor con la muleta no terminó de cuajar. Faltó continuidad, y el espadazo final, algo trasero, terminó por diluir cualquier opción de premio. Se cerraba así una tarde en la que brilló con luz propia un nombre: Borja Jiménez.
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