En un país donde ya no se distingue si una tesis es real o copiada, donde los másteres brotan en los currículums como setas en octubre y donde un curso de 10 horas se convierte, mágicamente, en “formación de postgrado”, conviene preguntarse: ¿quiénes nos gobiernan? ¿Estamos en manos de personas capacitadas o de vendedores de humo?
Lo que comenzó como un escándalo puntual ha terminado por volverse casi costumbre. Hoy, abrir el portal de transparencia de cualquier ayuntamiento, diputación o consejería es como entrar a una feria de titulaciones dudosas: políticos con más másteres que años de experiencia laboral, grados imposibles y cursos que no resisten una mínima verificación. Algunos de ellos no tienen ni el Bachillerato, y sin embargo nos presentan perfiles académicos dignos de Harvard. Literalmente.
¿Qué experiencia real de gestión puede tener quien nunca ha gestionado una nómina, una pyme o una hipoteca?
Es verdad que no todo en la vida es tener estudios universitarios, pero una cosa es no tener un título y otra muy distinta es inventárselo. Mentir en algo tan simple —y tan verificable— como tu formación académica, ya nos da una pista clara del tipo de persona que tenemos delante. Y peor aún: del tipo de política que estamos cultivando.
Porque no se trata solo de una cuestión ética, se trata de lo que representan. Un político que miente en su currículum nos miente en todo. ¿Qué clase de confianza se puede depositar en alguien que falsifica su pasado para parecer más competente de lo que es?
¿Y usted qué ha hecho antes de vivir de esto?
Y el problema no acaba ahí. Si escarbamos un poco más en esos perfiles políticos, nos topamos con otro síntoma preocupante: muchos de ellos no han trabajado jamás fuera de la política. Literalmente. No han cotizado un año entero seguido en ninguna profesión real, en ninguna empresa, ni pública ni privada, que no sea un cargo político, una asesoría a dedo o un puesto de confianza dentro de una administración. Algunos, ni siquiera han pasado por una entrevista de trabajo. Todo su recorrido laboral está vinculado a siglas, favores internos y puestos regalados por el partido.
¿Qué experiencia real de gestión puede tener quien nunca ha gestionado una nómina, una pyme o una hipoteca? ¿Cómo van a representar al autónomo, al pequeño agricultor o al ingeniero en paro si no han compartido nunca sus dificultades?
En esta España vaciada de recursos, de oportunidades y —a veces— de esperanza, lo último que necesitamos es estar también vaciados de líderes. Cuando en muchos pueblos quien gobierna apenas ha salido del círculo político desde la juventud, y ha hecho carrera sin haber trabajado jamás en la vida real, algo estamos haciendo muy mal.
Y no, no basta con dimitir. No basta con decir “me equivoqué” o “se me fue la mano con el currículum”. Mentir en esto debería tener consecuencias políticas, administrativas y, si se demuestra dolo, también legales. Porque ese sueldo de más de 3.000 euros mensuales que se llevan muchos de ellos no se lo paga un banco, lo paga el agricultor que madruga, la enfermera que dobla turno y el joven que se rompe los cuernos por 1.200 euros con dos másteres reales bajo el brazo.
¿Nos hemos centrado demasiado en la titulitis? Puede ser. Hoy parece que si no tienes cuatro másteres y dos carreras eres un paria, y a la vez hay quien con la ESO “aprueba” con honores el acceso al poder. Una paradoja muy nuestra.
Lo que urge no es tener más títulos, sino más veracidad, más ética pública, más criterio. Empecemos la casa por los cimientos: que la verdad y la preparación sean requisitos mínimos para ocupar un cargo público. Y sí, también en la política municipal, en ese ayuntamiento de 800 habitantes donde quien gobierna muchas veces no ha gestionado ni su propia vida.
Este país no puede seguir siendo tierra fértil para la picaresca. Ya basta de aceptar que en España todo vale.
Ustedes piénsenlo. Mejor dicho, búsquenlo. Vayan al portal de transparencia y miren con calma quién les representa. Quizá la próxima vez que alguien venga a prometerles el oro y el moro, convenga primero preguntar: ¿Y usted qué ha hecho antes de vivir de esto?








