En la Escuela Taurina de Guadalajara no solo se forjan muletas y capotes: también se cultivan valores. Esta semana, los alumnos del centro protagonizaron una jornada muy especial al visitar la Residencia de Mayores Santa Teresa Jornet, donde compartieron vivencias, recuerdos y mucha emoción con los residentes.

Los jóvenes aspirantes a toreros tuvieron la oportunidad de hablar de toros con quienes, durante décadas, han seguido la evolución de la fiesta desde tendidos, campos y plazas. No faltaron las anécdotas de grandes faenas, los nombres de figuras eternas ni la admiración por el arte del toreo.
La jornada culminó con una pequeña exhibición de toreo de salón, que despertó aplausos y alguna que otra lágrima entre los asistentes. Una muestra de cómo el toreo, más allá de la técnica, también es un puente entre generaciones.
“Hoy hemos aprendido más que en muchas tardes de entrenamiento. Escuchar a nuestros mayores es beber de la fuente más pura de la afición”, comentaban emocionados algunos de los alumnos.
Desde la Escuela Taurina destacaron el valor humano de este tipo de encuentros, que refuerzan el respeto, la memoria y la transmisión del legado taurino.
Un día para recordar. De esos que se quedan grabados no en la libreta de entrenamiento, sino en el alma.
La Escuela Taurina de Guadalajara desempeña una labor fundamental en la transmisión de la cultura y los valores de la tauromaquia en la provincia. Más allá de la formación técnica y artística de sus alumnos, el centro apuesta por una educación integral basada en el respeto, el esfuerzo, la disciplina y el compromiso con la tradición. Su trabajo no solo forma toreros, sino también personas conscientes del legado que representan, llevando el toreo más allá del ruedo y acercándolo a la sociedad con iniciativas como esta.









