El Alto Tajo: veinte años de un tesoro natural que late en el corazón de Castilla-La Mancha
La provincia de Guadalajara custodia en sus entrañas uno de los espacios naturales más imponentes de España: el Parque Natural del Alto Tajo. Este 2025 celebra dos décadas desde su catalogación como parque natural, y lo hace con el aliento de miles de visitantes que, año tras año, se dejan seducir por su inmensidad, su biodiversidad y el silencio sagrado de sus hoces fluviales. Un aniversario que no solo conmemora una fecha, sino que reafirma el compromiso con la conservación de la biodiversidad y el turismo responsable.
Con más de 105.000 hectáreas de superficie protegida, a las que se suman casi 69.000 hectáreas de zona periférica, este rincón privilegiado de Guadalajara y Cuenca se extiende por 44 municipios que lo resguardan como un bien precioso. Aquí, el paisaje no se contempla: se vive, se camina, se siente. La riqueza geológica y biológica se manifiesta en cada valle, en cada paramera tapizada de sabinas, en cada cuchillo de piedra que recorta el cielo.
Donde el río escribe su historia
Es un relato continuo de la vida que discurre entre cañones esculpidos por el agua, bosques de ribera, y especies protegidas que encuentran aquí uno de sus últimos refugios.
El águila perdicera, vigilante desde los cielos, las truchas que surcan sus aguas cristalinas o las nueve especies de anfibios que se mimetizan con los arroyos, dan fe de un equilibrio delicado que se ha mantenido con esmero.
Este es el lugar que inspiró a José Luis Sampedro para escribir El río que nos lleva, donde las leyendas de los gancheros aún flotan entre las aguas del Tajo. Y es también un paraíso para los amantes del turismo activo: piragüismo, rutas en quad, submarinismo en lagunas insólitas… el Alto Tajo invita a la aventura sin dejar de ser un santuario natural.
Tesoros escondidos entre montañas
Son muchos los rincones que hechizan al viajero: el Barranco de la Virgen de la Hoz, la Laguna de Taravilla, el Salto de Poveda, el Valle de los Milagros, el Mirador del Puente de San Pedro o la Ciudad Encantada de Chequilla. Cada uno de estos enclaves es un poema tallado en piedra, agua y viento.
Pueblos del Alto Tajo: historia viva entre riscos y sabinas
Peralveche
Con apenas 55 habitantes, este pueblo guarda la Iglesia de la Asunción del despoblado de Villaescusa de Palositos, hoy en proceso de recuperación gracias al empeño de la Asociación de Amigos de Villaescusa. Situado a más de 1.100 metros sobre el nivel del mar, su entorno natural y arquitectura tradicional lo convierten en una joya escondida.

El Recuenco
Entre La Alcarria y la Serranía de Cuenca, este pueblo combina huellas fósiles de hace millones de años con tradiciones vivas como la Romería en honor a Nuestra Señora de la Bienvenida. Su historia se mezcla con tumbas visigodas y senderos que revelan secretos geológicos.

Arbeteta
Con apenas una veintena de almas que lo habitan, Arbeteta se alza como la puerta simbólica del parque, un umbral entre lo humano y lo silvestre.
En su corazón late la Iglesia de San Nicolás de Bari, cuya torre se corona con la figura de “Mambrú”, un soldado de hierro que, desde las alturas, saluda con gallardía a los viajeros que se adentran en estas tierras.
La traza de su torre, al igual que la de las vecinas Escamilla y Molina de Aragón, fue confiada a la mano experta de Miguel Mateo Fandos, arquitecto asentado en Torija y activo en la provincia hacia finales del siglo XVIII.
Su elección, probablemente promovida por el Obispado de Cuenca, dejó huella de sobria elegancia en los perfiles que puntean el horizonte con veletas que giran al ritmo de los vientos castellanos.
En 1788, un año después de culminar la torre de Arbeteta, Fandos firmaría también el proyecto de los Baños de Trillo, añadiendo otra joya a su legado.
Sobre un risco que vigila al Tajo, las ruinas del castillo medieval resisten el paso del tiempo. Sus piedras, hoy mudas, fueron en otro tiempo testigos de gestas defensivas y de un próspero comercio de lana, que tejió fortuna y destino en estas tierras de frontera.
Armallones
Un lugar donde termina la carretera… y comienza la aventura.
Aquí nace el Hundido de Armallones, un impresionante paraje de piedra y río.
El paraje conocido como el “Hundido de Armallones” es uno de los enclaves más espectaculares del parque.
En este lugar se pone de manifiesto el poder erosivo del río Tajo que ha labrado durante miles de años un profundo cañón de paredes verticales en el que anidan numerosas aves rupícolas.
La acción del río ha puesto al descubierto la historia geológica de la zona, representada en los diferentes estratos que componen las paredes, incluyendo un enorme pliegue tumbado que marca su extremo sur. Una pista se adentra, poco a poco, en el cañón y recorriéndola a pie se disfruta, primero, de espectaculares vistas aéreas del río para ir descendiendo hasta el propio cauce, después.
Su nombre se debe a un desprendimiento de rocas, que se precipitaron ladera abajo hasta depositarse en el cauce del río. El desprendimiento tuvo lugar en el siglo XVI y los bloques llegaron a taponar el curso del río Tajo, situado 200 metros más abajo, en el fondo del valle. No se sabe la fecha exacta del desprendimiento, pero aún se conservan los documentos que el pueblo de Ocentejo envió en 1578 a Felipe II, pidiendo ayuda por los daños causados por el represamiento del río. Hoy en día podemos ver los grandes bloques de roca en las orillas del río ya que, poco a poco, su curso ha ido retomando su camino.
Poveda de la Sierra
En el corazón del parque, La Chorrera y el Salto de Poveda son puntos de parada obligatoria. La estatua del ganchero, instalada en 2007, rinde homenaje a los hombres que desafiaban el río llevando troncos hasta el Ebro.

Peñalén
Allí donde el paisaje se vuelve bravío, encontramos Peñalén, con su nuevo Puente de San Pedro y su legado vinculado a la Orden de San Juan. Las rutas que parten desde aquí acompañan al río en su descenso entre riscos y bosques.

Villanueva de Alcorón
El más grande de la comarca por superficie y uno de los más activos. Su Sima de Alcorón es uno de los puntos geológicos más espectaculares del parque. Sus empinadas calles conducen a la iglesia de San Miguel Arcángel, centro neurálgico de la vida del pueblo.
Descubre Villanueva de Alcorón: Rutas y Naturaleza en el Parque Natural del Alto Tajo
Zaorejas
Considerada la “capital del Alto Tajo”, alberga uno de los centros de interpretación más completos, un acueducto romano, y acoge cada año la Fiesta Ganchera, declarada de Interés Turístico Regional.
Rutas señalizadas para todos los niveles
El parque cuenta con 11 rutas oficiales, como la Ruta del Valle de los Milagros, la Ruta del Barranco de la Virgen de la Hoz o la Ruta del Salto de Poveda, y con tres grandes recorridos: GR-10, GR-66 y GR-113. A ello se suman 9 georutas con enfoque geológico que permiten comprender la evolución del terreno.

¿Cómo llegar al Alto Tajo?
Desde Guadalajara, puedes tomar:
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La A-2 hasta Alcolea del Pinar, luego la N-211 hasta Molina de Aragón.
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O bien, la A-2 hasta Almadrones, seguir por la CM-204 hasta Trillo y conectar con la CM-2105, que atraviesa el corazón del parque.
Consejos para la visita
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Elige primavera u otoño para ver su mejor cara.
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Lleva ropa cómoda y calzado de montaña.
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Consulta siempre la predicción meteorológica.
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Aprovecha los alojamientos rurales y la gastronomía local en los pueblos cercanos.
Un rincón que invita a volver
El Parque Natural del Alto Tajo no se recorre una vez. Se vive, se camina, se escucha. Cada curva del camino, cada silencio entre sabinas y pinares, te regala algo nuevo. Su grandeza está en su naturaleza, sí, pero también en sus pueblos, sus historias y la calidez de su gente.
La provincia de Guadalajara tiene muchos rostros, pero ninguno tan imponente, salvaje y profundamente humano como el del Alto Tajo.
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